La Guerra Civil en Aragón (1936-1939)







Los numerosos estudios sobre la Guerra Civil en Aragón han fijado su atención más en los acontecimientos bélicos que en la huella que la contienda dejó en la sociedad aragonesa. Hoy contamos ya con algunas investigaciones en esta línea, investigaciones que, por otra parte, han roto la tradicional interpretación de la guerra como el producto de la fracasada gestión republicana, y han hecho suya la tesis de que la explosión de violencia fue la culminación de la crisis del Estado español, incapaz de canalizar los intereses del sector obrero y campesino frente a la prepotencia de la oligarqufa terrateniente y su aliada la burguesía industrial. Este núcleo social dominante boicoteó, mientras le fue posible, la actividad reformista de la República en el Parlamento, y, cuando las circunstancias se lo impidieron (triunfo del Frente Popular en febrero del 36), recurrieron al Ejército y contaron con el beneplácito de la Iglesia a todas sus acciones posteriores.

La sublevación



Con el encuentro de Mola y Cabanellas el 7 de junio de 1936 en las Bardenas quedaba garantizada la fidelidad de la V División al alzamiento. Tras las primeras noticias sobre el golpe, el general Núñez de Prado, recién llegado de Madrid, fracasó en su intento de mantener a Cabanellas al lado del Gobierno. La situación, muy poco clara en los primeros momentos se definió cuando a las 5 de la madrugada del 19 de julio se declaraba el estado de guerra en Zaragoza.



En Huesca y Teruel la sublevación se decidió cuando, sin encontrar apenas resistencia, se sumaron al movimiento la Guardia Civil y los Guardias de Asalto. Algo distintos fueron los hechos en Jaca, que se hizo fuerte hasta que murió su alcalde, Muro, y en Barbastro, que permaneció fiel al Gobierno.



Esta situación inicial de adhesión al alzamiento quedó modificada por la llegada de columnas de milicianos, procedentes de Cataluña y el País Valenciano, que recuperaron para la República la mitad oriental de Aragón.



Así pues, los cambios que Aragón sufrió en su organización social sólo pueden entenderse si se tiene en cuenta que la región permaneció dividida por un frente que se mantuvo prácticamente estabilizado durante casi dos años.

Los entierros se suceden el día después de la sublevación militar. - Foto:


El Aragón republicano



El vacío de poder que se produjo al derrotar a los sublevados permitió que sindicalistas catalanes y dirigentes anarquistas zaragozanos establecieran el colectivismo: al margen del Estado republicano surgieron comités revolucionarios protegidos por las milicias de la CNT.



La implantación de un nuevo orden social y político, que hay que entender en conexión con la coyuntura excepcional de la guerra y no como resultado de una imposición violenta en todos los casos, fue acompañada de la eliminación física de grandes propietarios e industriales, falangistas, miembros de Acción Popular Agraria y de la Iglesia.



Sin embargo, el proceso de consolidación de las colectividades se vio truncado por factores como el fracaso de los intentos por controlarlas desde el gobierno, la pugna entre diferentes formas de concebir la política agraria y las repercusiones de los sucesos de mayo del 37, que motivaron que el gobierno Negrín las disolviera por la fuerza con el apoyo de los comunistas. Esto y la disolución del Consejo de Aragón, (órgano del gobierno regional presidido por Ascaso) mediante un decreto de agosto del 37 formó parte del proceso de centralización del poder republicano ante las necesidades que imponía la situación bélica.


El avance del frente



La militarización de las columnas, finalizada en abril de 1937, hizo que la guerra se conviertiera en un enfrentamiento entre dos ejércitos organizados; tal fenómeno coincidió con el inicio de la movilidad en el frente de Aragón.



Este frente, que mantuvo a la región dividida desde agosto del 36, entró en acción con la fracasada ofensiva republicana sobre Huesca en junio de 1937 y con el ataque a Fuendetodos y Belchite, cuya rendición obtuvo en septiembre. En diciembre, el deseo de hacer fracasar los planes de Franco sobre Madrid llevó a los gubernamentales a proyectar con éxito la conquista de Teruel; la batalla marcó un hito en su historial bélico al ser la única capital que consiguieron sustraer del bando insurgente.



No obstante, la reconquista de esta ciudad por el ejército franquista (22-2-38) fue el punto de partida del desplome del frente de Aragón; en marzo se avanza por Belchite y Quinto; luego caen Alcañiz, Montalbán y Caspe; en el norte se rompe la línea Tardienta-Alcubierre y Fraga es ocupada. Menos en Bielsa, donde el comandante Beltrán (el Esquinazao) resistió hasta el 6 de junio, y en el extremo meridional de Teruel, la guerra está finalizada a la altura de abril de 1938.



A partir de esta fecha Varela inicia el ataque por Aliaga-Ejulve, de modo que en mayo ha conseguido ocupar toda la provincia menos el rincón de Puebla de Valverde y Mora de Rubielos, escenario de los últimos enfrentamientos hasta septiembre. El avance del ejército de Franco ponía fin así a los experimentos revolucionarios, sirviéndose para ello de la violencia y del envío de muchos aragoneses al exilio.
Batalla de Belchite (1937)


Antecedentes
Después del fracasado intento de tomar Brunete el gobierno republicano, presidido por Negrín y con Prieto como ministro de Defensa, decide llevar a cabo una ofensiva en Aragón, en principio con el mismo objetivo que la anterior, esto es ralentizar el avance de las fuerzas nacionales en el frente del norte, donde ya habían tomado Santander.


No obstante, la decisión tenía no solo razones de orden militar sino también político. Los nacionalistas y anarquistas catalanes se quejaban de que el gobierno central no prestaba atención al frente de Aragón, lo que provocaba falta de moral entre sus fuerzas debido a la inactividad. Por su parte, el gobierno central estaba preocupado por la influencia de los anarquistas y del POUM en la zona, donde el Consejo Regional de Defensa de Aragón, presidido por Joaquín Ascaso, funcionaba en la práctica como un gobierno independiente. Así se pensó que con la introducción de fuerzas comunistas y la incorporación de tres divisiones anarquistas a la disciplina del recién creado Ejército del Este, al mando del general Pozas se podría poner fin más fácilmente a esa influencia anarquista como así fue. El objetivo militar era la toma de Zaragoza, situada a pocos kilómetros tras las líneas enemigas, acción que supondría un triunfo más que simbólico, ya que ésta era el centro de comunicaciones de todo el frente de Aragón y además, tras un año de guerra, se había reforzado la creencia de que la posesión de ciudades clave era mucho más importante que el control de grandes áreas de territorio despoblado.


Con estas premisas, el general Pozas y su Jefe de Estado Mayor el coronel Antonio Cordón establecen su cuartel general en Bujaraloz. Su plan era atacar por siete puntos diferentes en una franja central de 100 km entre Zuera y Belchite. El dividir las fuerzas atacantes entre siete puntos distintos tenía por objeto dificultar el contraataque de los nacionales así como ofrecer el menor blanco posible a los ataques aéreos.


Ofensiva republicana

De acuerdo al plan trazado, el 24 de agosto el general Pozas, con el recién formado Ejército del Este, junto con las XI y XV Brigadas Internacionales, lanza un ataque simultáneo por tres puntos fundamentales y cinco secundarios en dirección a Zaragoza.


Participan 80.000 hombres, 3 escuadrillas de la aviación republicana con Polikarpov I-16 (moscas), Polikarpov I-15 (chatos) (unos 90 aviones en total) y 105 carros T-26
soviéticos.

En los dos primeros frentes (norte y centro) solo se logró ocupar terreno vacío. En el frente sur las poblaciones de Quinto, Mediana y Codo cayeron enseguida en poder del ejército republicano, mientras que Belchite, donde la resistencia de los nacionales sitiados fue considerable, resistió hasta el día 7 de septiembre.


La ofensiva fracasó porque en lugar de avanzar sobre Zaragoza, las fuerzas republicanas se concentraron en tomar Belchite que había formado una bolsa en medio del territorio republicano. Esto produjo un retraso considerable que dio lugar a que los nacionales pudieran reforzar sus posiciones y el frente quedara estabilizado.



Contraofensiva nacional

Antes de la ofensiva republicana los nacionales solo disponían en la zona de tres divisiones, la 51ª, la 52ª y la 105ª, desplegadas a lo largo de los 300 km de frente, con la mayoría de las tropas concentradas en ciudades.


Los efectivos nacionales tras el comienzo de la ofensiva se componían de: cinco divisiones al agregarse también la 13ª y la 150ª, que fueron retiradas del frente de Madrid, artillería (de la que carecía el bando republicano) y 65 Fiat CR-32, Heinkel He-46, Savoia Sm-49 y Messerschmitt Bf-109. La contraofensiva se inició el 30 de agosto y acabó el 6 de septiembre, coincidiendo con la rendición de los defensores nacionales de Belchite y ser tomada esta población por los republicanos.


Los únicos éxitos nacionales fueron el derribo de cinco I-15, puesto que no se lograron traspasar las posiciones republicanas en Mediana y Puebla de Albortón.


Conclusión

Aunque desde el punto de vista táctico el resultado fuera favorable para las armas republicanas, se ganó algún territorio y la contraofensiva no traspasó sus líneas, el resultado en modo alguno podía considerarse satisfactorio para el gobierno y así lo expresó Prieto, muy crítico con la, a su juicio, excesiva influencia de los oficiales rusos, mediante un telegrama dirigido a Pozas en el que le decía: «Tantas fuerzas para tomar cuatro o cinco pueblos no satisfacen al ministerio de Defensa ni a nadie».


Por otra parte, no se consiguió tampoco el objetivo de ralentizar la ofensiva nacional en el frente del Norte.


Extraido de:




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la Batalla de Teruel



En diciembre de 1937 el Ejercito Nacional se preparaba para el asalto final a Madrid. El mando republicano decide lanzar una ofensiva de distracción y obligar a luchar al ejercito Nacional en el terreno que no habían elegido ellos. El 15 de diciembre de 1937 las tropas republicanas lanzaban el primer ataque de una batalla que se prolongaría hasta el 22 de febrero de 1938. Comenzaba aquí el principio del fin de la Guerra Civil Española.


Las condiciones en las que se combatió fueron extremas. Temperaturas de hasta 18º bajo cero y un terreno árido y poco dado a las fortificaciones hicieron mas duras las condiciones de la Batalla. Voy a intentar con esta pagina dar a conocer una parte de nuestra Guerra que si bien decisiva no se le da la importancia que realmente tuvo.


Después de 17 meses de Guerra el frente en la provincia se había estabilizado formando un saliente de la Zona Nacional apuntando al Levante, todavía en poder del Gobierno. El frente tenía aproximadamente unos 60 Km. de longitud. Su constitución era bastante irregular, ya que alternaba buenas fortificaciones y defensas en algunos puntos con zonas desprotegidas y carentes de toda obra. El Coronel Rey puso en conocimiento de sus superiores tal circunstancia pero hicieron caso omiso. Seria por esos vados por donde se infiltrarían las tropas atacantes.


Una vez caído el Frente Norte, Franco libero gran parte de fuerzas y disponía de las industrias metalúrgicas decisivas para la fabricación de material bélico. Franco tenia entonces dos opciones. La primera era utilizar toda esa masa de ejercito para lanzar una gran ofensiva para conquistar Madrid. La segunda era emplearla para romper el frente por Teruel y dividir la Zona Republicana en dos. Opto por la primera y comenzó a acumular tropas en Guadalajara. Cuando el Mando Republicano tiene noticias de estos preparativos decide lanzar la ofensiva de Teruel.



EL PELIGRO DEL SALIENTE DE TERUEL

La devastadora Guerra Civil española iniciada en julio de 1936 no tuvo un efecto inmediato en esta provincia de Teruel, ni en su capital; tal es así que el Ejército no disponía de más representación en la ciudad que la Caja de Reclutas a cargo de un teniente. Todo estaba bajo el control de las fuerzas de orden público (Guardia Civil y de Asalto), las cuales se adhirieron a la rebelión contra la república deteniendo a los dirigentes más importantes de la izquierda, entre los que se hallaba el alcalde, Gregorio Vilatela, que fue trasladado a Zaragoza para ser fusilado más tarde.
Era ésta una provincia fundamentalmente rural, con predominio de la agricultura, salvo Utrillas y Ojos Negros donde los yacimientos de lignito y de hierro respectivamente, eran la excepción de la economía. Alrededor del 90% de la población vivía en núcleos rurales, la mayoría de ellos pequeños. Según el censo de 1930, Teruel capital tenía 13.590 habitantes, siguiéndole Alcañiz , en el Bajo Aragón, con 9.000.
El estancamiento demográfico de los años 30 llevó consigo la ausencia de conflictos sociales; no obstante preocupó bastante a los gobiernos republicanos de izquierda porque en las elecciones de 1933 y 1936 esta provincia otorgó la mayoría electoral a los candidatos de derechas. A pesar de todo, cabe destacar que las secciones de la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra participaron activamente en la huelga campesina de junio de 1934, por lo cual sufrieron una gran represión. También la CNT tuvo su protagonismo tanto en Teruel capital como en la ciudad de Alcañiz.


Desde que la ciudad de Teruel se alineó ,el 20 de julio, al bando sublevado, sus acontecimientos bélicos estuvieron condicionados por factores que poco tuvieron que ver con los de orden estructural. La suerte que corrió cada una de las comarcas turolenses en julio y agosto de 1936 dependió, en gran medida, de la llamada “guerra de columnas”, sin líneas de frentes fijos. Varias columnas de milicianos procedentes de Valencia y Barcelona efectuaron su penetración por el este y el norte, obligando a las fuerzas rurales de la Guardia Civil a replegarse hacia la capital abandonando las poblaciones de las comarcas correspondientes. El resultado fue que siete distritos judiciales y buena parte de los de Teruel y Albarracín quedaron bajo dominio republicano con un total de 178.000 personas. Del otro lado, los adheridos a la Junta Militar de Burgos, quedaron reducidos al partido judicial de Calamocha y la mitad de los de Albarracín y Teruel capital con un total de 76.000 personas aproximadamente.

Por ambas partes se tardó más de un año en fijar las líneas de combate, siendo bastante escaso el potencial bélico empleado por ambas partes, o sea, ninguno de los dos bandos invirtió grandes esfuerzos de guerra en los frentes. A pesar de todo sí que existieron combates de cierta intensidad como por ejemplo el de Teruel (diciembre de 1936) y el de Bronchales y Celadas, que en abril de 1937 fueron ocupadas por unidades milicianas así como en Portalrrubio.

La zona republicana de la provincia de Teruel dependió políticamente del Consejo de Aragón desde octubre de 1936 hasta el 18 de agosto de 1937 en que fue disuelto por decreto del Gobierno Negrín, pasando a depender a partir de entonces de la Administración Central cuyo gobierno nombró a Ignacio Mantecón gobernador general.
Llegado el verano de 1937, el teniente coronel Fontán (segundo Jefe del Estado Mayor Central) emitió un informe dando cuenta de un ataque que los adversarios habían efectuado por Bronchales y destacando el peligro y amenaza que podía constituir Teruel para las comunicaciones entre Cataluña y Valencia. Analizada esta situación, a finales de agosto del mismo año, se procede a reorganizar las fuerzas republicanas del frente de Teruel y se crea el Ejército de Levante, al mando del coronel Hernández Saravia, formado por los cuerpos del Ejército XIII y XVI, con los respectivos puestos de mando en Alfambra y Libros, cubriendo así los frentes norte y sur de Teruel. Dos meses se tardó en construir las tres líneas de fortificaciones, faltando todavía en noviembre la artillería y unos 14.000 hombres para cubrir las líneas.


TOMA DE POSICIONES REPUBLICANAS

Tras la caída del norte de España en poder de las tropas franquistas y haber perdido allí la República catorce divisiones, Franco empleó un solo frente ininterrumpido desde los Pirineos hasta Sierra Nevada con los 60.000 hombres que habían actuado en el norte, además de las nuevas reservas.

Llegado el mes noviembre de 1937, el curso de la guerra y las necesidades estratégicas llevaron al Alto Mando Republicano a fijar su atención sobre Teruel. Por otro lado el Estado Mayor Central Republicano, según un informe del general Vicente Rojo, elevado al ministro de defensa Indalecio Prieto el 30 de noviembre de 1937, preveía una nueva ofensiva del adversario sobre el Jarama y Guadalajara. Intuían que la próxima ofensiva de Franco podía pretender apoderarse de Madrid vía Guadalajara o dirigirse al la zona mediterránea para partir en dos la zona republicana.

Rojo y su Estado Mayor, intentando adelantarse a la ofensiva de Franco, elaboraron rápidamente varios planes para apoderarse de la iniciativa estratégica: uno de ellos era el “Plan P”, con el que se pretendía romper el frente franquista por Extremadura, al sur del Guadiana, ocupar los pasos del mismo desde Medellín hasta la frontera portuguesa y converger sobre Sevilla. Los otros dos planes se trataban de dos contragolpes estratégicos : el de Huesca y el de Teruel.

Efectivamente era cierto que Franco y su Estado Mayor estaban listos para lanzar una ofensiva sobre Madrid, pues ya tenían concentradas, en forma escalonada, doce Divisiones desde el valle del Jalón hasta Medinaceli.

Propaganda republicana


A principios de diciembre, Rojo propuso al Consejo de Guerra del Gobierno Republicano adelantarse a la ofensiva de Franco con su Plan P. Planteaba que debía ser realizado por el ejército de maniobra, que estaba recién formado y por los de Andalucía y Extremadura. Además exigía 1600 camiones de transporte y una considerable cantidad de aviación. El ministro de Defensa y los otros cuatro ministros que constituían el Consejo de Guerra del Gobierno, pensando que el Plan P conllevaba demasiados riesgos, optaron por llevar a cabo el contragolpe estratégico de Teruel. La finalidad del susodicho contragolpe de Teruel para el ejército republicano era de carácter defensivo y con él intentaban conseguir ocupar el saliente de Teruel, tras cortar sus comunicaciones con Zaragoza y establecer las líneas en las alturas de las sierras de Albarracín y Palomera.

El 5 de diciembre el plan ya está decidido, siendo aprobado el día 8 por el Consejo de Guerra del Gobierno de la República. Además era preciso realizar el ataque en el mes de diciembre para así poderse adelantar al golpe que las tropas de Franco preparaban sobre Madrid. Los cometidos y distribución de tropas fueron los siguientes:
- Una columna de 16.000 hombres y 15.000 en reserva, al mando del teniente coronel Juan Ibarrola que actuaría por la derecha.

- Una columna (XX Cuerpo del Ejército), de 10.000 hombres y 3.000 de reserva, mandada por el teniente coronel Leopoldo Menéndez que atacaría por el centro.- La columna XVIII C del E, con 18.000 hombres, mandada por el teniente coronel Enrique F. Heredia dispuesta para atacar por la izquierda.

Estas tres columnas quedaban bajo el mando del Jefe del Cuerpo del Ejército de Levante, Juan Hernández Saravia con su Estado Mayor.

Además de las tres columnas, estaba previsto que interviniesen también tres batallones de tanques ( uno en cada columna ) y 148 piezas de artillería.

El conjunto de todas las fuerzas iba a quedar a cargo del Ministro de Defensa junto con el Jefe del Estado Mayor Central y el Jefe del Estado Mayor del recién creado Ejército de Maniobra.
El día 12 de diciembre se da la orden general de ataque para el día siguiente 13, pero dificultades surgidas durante los días 13 y 14 obligan a retrasarla hasta el 15.

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ATAQUE REPUBLICANO


En la madrugada del día 15 de diciembre de 1937, con un intenso frío y muchos grados bajo cero de temperatura, dio comienzo la ofensiva republicana con unos 40.000 hombres, desde la localidad de Villalba Baja, a diez kilómetros de Teruel. De la citada localidad es de donde partió la 11 División del XXIII Cuerpo del Ejército mandada por Líster, la cual se encargó de cortar la carretera de Zaragoza en el kilómetro 137 y se adueñó de Concud alrededor de las cuatro de la tarde. Una hora después la 25 División alcanzaba San Blas. El XVIII Cuerpo del Ejército, al mando del teniente coronel Enrique F. Heredia, que había salido de Rubiales, no pudo enlazar en este día con el XXII Cuerpo del Ejército por las dificultades surgidas en su avance, lo consiguió el día 20. La 41 División sí que pudo ocupar El Campillo al final del día 15, tras hacer 200 prisioneros. Peor suerte corrió el XX Cuerpo del Ejército, que además de actuar con sólo dos divisiones, estuvo paralizado durante cuatro días en el puerto de Escandón, frente al enemigo, no pudiendo aprovechar las intervenciones de los tanques.

Globalmente los objetivos habían sido conseguidos, y por tal motivo el general Rojo felicitó calurosamente tanto a sus tropas como a los jefes por su brillante actuación.
El día 16, el XVIII Cuerpo del Ejército ocupó los Morrones, la Casa del Cura y varias cotas, toda vez que el XX Cuerpo del Ejército atacaba Castralvo para hacerse con él el día 19.

El día 17 enlazan en Los Morrones los Cuerpos del Estado XVIII y XXII.

El día 18, la 34 División se apodera de la Muela de Teruel.

El día 19, tras desplomarse las posiciones franquistas de Puerto Escandón y Castralvo, son ocupadas por el XX Cuerpo del Ejército. Por otro lado la 25 División del XXII Cuerpo del Ejército se apoderaba de la zona del cementerio de la ciudad de Teruel, mientras que la 34 llegaba a los arrabales de la ciudad y ocupaba el campo de fútbol. La lucha no fue fácil, ya que un intenso temporal de nieve les dificultaba las maniobras a ambas Divisiones.

Franco no estaba dispuesto a ceder Teruel a los Republicanos, es por ello que el mismo día 15 de diciembre decide suspender la operación prevista sobre Madrid y fijar su atención en Teruel, realizando los desplazamientos de tropas necesarios para ayudar y socorrer a los allí sitiados bajo el mando del coronel Rey d´Harcourt. Los primeros desplazamientos de tropas se iniciaron los días 16 y 17 de diciembre y fueron la 81 y 84 Divisiones del Ejército de Franco, al mando del general Aranda, el cual instaló su cuartel general en Santa Eulalia del Campo. Tres días más tarde, el día 20, Franco ordenaba el traslado al frente de Teruel de las Divisiones 54,61 y 82, firmando la orden de ataque cuarenta y ocho horas después.

Entre tanto, el día 21 de diciembre las tropas republicanas entraron en la ciudad de Teruel por el Ensanche, la plaza de Toros y la estación de ferrocarril, llegando al día siguiente al corazón de la ciudad. Los defensores se refugiaron y resistieron “a lo Alcázar de Toledo” en los edificios más sólidos ( el Seminario, la Comandancia Militar, el Banco de España, Convento de Santa Clara, etc.), en espera de la llegada de las columnas de refuerzo.El mismo día 22 de diciembre, el general Franco firmó una directiva al general Dávila, jefe del Ejército del Norte, ordenándole la concentración alrededor de la ciudad de Teruel de dos cuerpos de ejército: el del Sur del Turia dirigido por el general Varela y el del Norte del Turia al mando del general Aranda. Un total de ocho divisiones que se fueron situando en línea entre los días 25 y 27 de diciembre. El día 23 de diciembre Franco envió otra orden a Rey d´Harcourt nombrándole comandante de la plaza de Teruel e instándole a resistir a toda costa hasta la llegada de los refuerzos.

Llegado el día 24, y tras el fracaso de la primera contraofensiva franquista, Vicente Rojo cree que el enemigo ha desistido en su lucha y decide retomar el Plan P (la toma de Extremadura). Tras conseguir el acuerdo con el Ministro de Defensa, Rojo regresa a Barcelona el día 25 y luego a Madrid. En mala hora abandonó Teruel, pues justo el día 29 se desató la ofensiva franquista de Aranda y Varela, la cual obligó al Jefe del Estado Mayor Central Republicano a volver rápidamente a los frentes de Teruel; mientras tanto, y durante su ausencia, la lucha en interior de la ciudad estaba a cargo de la 40 División, de la reserva del Ejército de Levante, dirigida por el comandante de carabineros, Andrés Nieto, y los combates en las calles por el comandante de milicias Valeriano Marquina. Fue en este día 29 cuando las fuerzas de García Valiño y Muñoz Grandes conquistaron la Muela de Teruel, siendo desalojados por la noche por la 70 División del republicano Toral. Pocas horas duró en sus manos, pues al día siguiente volvía a estar en poder de Valiño.

Avanze republicano


CONTRAOFENSIVA NACIONAL


La contienda mantenida entre ambas partes se desarrollaba en condiciones muy penosas, pues las temperaturas rondaban los veinte grados bajo cero y los combatientes no estaban lo suficientemente equipados como para soportar aquel clima tan extremadamente frío. Según testimonio del propio teniente coronel Francisco Ciutat de Miguel, jefe de operaciones del Estado Mayor del Ejército de Maniobra, algunos disparaban ráfagas de ametralladora para así poderse calentar las manos en el tubo caliente del arma. Y los hombres que por la noche asaltaron la Muela de Teruel, tenían las manos tan heladas que al no poderse servir del fusil se veían obligados a utilizar granadas de mano a las cuales arrancaban el fiador del seguro con los dientes.

Igualmente de adversos e impresionantes eran los testimonios de los adversarios. Manuel Aznar, refiriéndose al día 31 de diciembre, describe el campo de batalla como una inmensa sábana blanca de nieve, que rápidamente se convertía en hielo. El mismo hielo reventaba los motores y depósitos de agua de los camiones y automóviles, incluso se daban casos de conductores que morían helados pegados a sus volantes.
A pesar de todo, el ataque franquista llevado a cabo por las fuerzas de Aranda y Varela puso en grave peligro a los republicanos que se habían adueñado de Teruel.
El día 31 de diciembre, las fuerzas de Aranda ocuparon Concud y San Blas. Entre tanto, por la mañana, la División Navarra que mandaba Valiño (del Cuerpo del Ejército de Varela) se encargaba de la reconquista de la Muela de Teruel, consiguiendo llegar a las inmediaciones de la ciudad hacia media tarde.


La situación de pánico entre las tropas republicanas de la 40 División, que ocupaban la ciudad, iba en aumento. Por el oeste el frente republicano había retrocedido y las Brigadas de Carabineros 218 y 220, después de perder Concud y San Blas, retrocedieron en desorden. En la última noche del año 1937, bajo una noche de nieve y frío intenso, Teruel sufría los más duros ataques, sin luz, con muchos edificios y viviendas destruidas y rodeado por doquier de armas de destrucción y muerte. El coronel Rey d´Harcourt envió aquella misma noche una carta a las fuerzas franquistas de la Muela de Teruel en la que decía “No podemos resistir más. Si mañana no llegáis nos rendiremos al enemigo republicano”.
Entre tanto, Rojo no duda ni por un momento en tomar las medidas más severas. Ordena a las unidades que ocupen de nuevo sus posiciones y les hace llegar la siguiente orden el mismo día 31 de diciembre:” Al amanecer deberá hallarse en condiciones de defensa la primera línea actual, desde el alto de Celadas hasta San Blas y Teruel, que será defendida sin idea de repliegue. De la conducta de las tropas y mandos depende mañana la victoria ante el enemigo que viene a socorrer a Teruel y el triunfo de la guerra puesto en peligro. Por ello, todo jefe de la unidad que abandone sus posiciones de defensa, será juzgado sumarísimamente”.
A la mañana del 1 de enero de 1938 las dos brigadas de carabineros ya estaban de nuevo en los puestos abandonados el día anterior, pero esta vez reforzadas con dos brigadas de la División 25 y otra de la 40. Pero además de esto, Rojo, el mismo día 1, con el permiso de Prieto toma las disposiciones de mayor alcance: Disponer del V Cuerpo del Ejército, mandado por Juan Modesto Guilloto, el cual estaba formado por las divisiones 46 y 47 y la 35 División Internacional. De esta manera, Rojo pasaba a emplear casi todo el ejército de maniobra, que era la mejor pieza de que disponía el ejército republicano. Se trataba pues de una táctica de choque frontal (una auténtica masacre de vidas humanas), que lo único a que conducía era a acentuar el desgaste de efectivos.


DOS BATALLAS CONCÉNTRICAS


Rojo y Prieto temían que la concentración de tropas de Franco en este frente, fuera también el comienzo de una ofensiva más profunda hacia el Mediterráneo. Por tal motivo, el mismo día 1 de enero, Prieto envió una comunicación a Rojo para que fijase las zonas posibles de resistencia, en caso de un gran repliegue de las unidades republicanas de primera línea.

Así pues, durante la primera semana de enero de 1938, el frente de Teruel presentaba dos batallas concéntricas: Por un lado, en el interior de la ciudad de Teruel, los combatientes mandados por los coroneles Rey d´Harcour y Barba extremaban sus últimas posibilidades de resistencia, que de ser agotadas les llevaba irremediablemente a la rendición al final de la semana; por otro lado, las tropas de Varela y Aranda no hacían sino aumentar su presión sobre la ciudad, creando verdaderas situaciones difíciles para los republicanos, pero sin conseguir todavía ningún objetivo. Para Varela la hazaña de Toledo era irrepetible aquí, pues tenía enfrente un ejército que, aunque con defectos, no era inexperto, y era consciente de que las fuerzas por ambos bandos estaban equilibradas (unos 75.000 hombres), si bien ellos, los nacionales, tenían una clara superioridad aérea y artillera.

Del 2 al 9 de enero, el Cuerpo del Ejército de Aranda fue duramente atacado por las fuerzas republicanas, sufriendo fuertes bajas, además el tiempo era tan infernal en nieve y temperaturas extremas, que se vio obligado a paralizar las operaciones desde el día 5 al 16 de enero por este motivo y por los constantes contraataques republicanos, que le impedían avanzar hacia el valle. Tan sólo destacaron los fuertes ataques que las tropas franquistas efectuaron el 6 de enero en Concud y Sierra Palomera, pero sin ningún resultado satisfactorio.

Entre tanto la batalla no cesaba en las angostas calles de la ciudad de Teruel, donde la gran cantidad de casas destruidas reflejaban los desastres de la guerra. Y es que la atención durante aquellos días estaba centrada en la conquista definitiva de la ciudad de Teruel, para lo cual debía caer la resistencia de los dos reductos que quedaban: el Hospital de la Asunción, donde se habían refugiado los del Gobierno Militar, y el Convento de Santa Clara, en el que se cobijaban los antiguos defensores del Seminario.


REY D´HARCOURT FIRMA LA RENDICIÓN


El día 7 de enero de 1938 el coronel Rey d´Harcourt, no pudiendo resistir más, se ve obligado a firmar la rendición de la ciudad, junto con el Gobierno Militar y las 1.500 personas que aproximadamente habían en el Hospital de la Asunción, entre las que se hallaban combatientes, heridos, mujeres y niños. El acta que Rey y sus oficiales firmaron decía así:

“ Estimamos que después de veinticuatro días de defensa sin recibir ayuda del exterior contra un enemigo muy superior en número y material, perdidas todas las posiciones, excepto los edificios del Hospital de la Asunción, ruinas del Colegio Sadel y parte del Gobierno Militar, aislados e incomunicados del edificio del Seminario que aún resiste, agotadas todas las provisiones, careciendo de agua, escaseando las municiones, agotadas las bombas de mano, desaparecidas entre los escombros las armas automáticas, con un noventa por ciento de bajas en la oficialidad, perdida la moral de la tropa, entre la que es continua la deserción al campo enemigo, el Gobernador de esta plaza, de acuerdo con los jefes y oficiales que suscriben, teniendo en cuenta la existencia de más de mil quinientos heridos sin la debida asistencia por falta de material sanitario, y amenazados de muerte por los medios modernos de combate acumulados por el enemigo republicano como artillería de grueso calibre, tanques, lanzallamas y minas, de las cuales han hecho uso previamente destruyendo el Banco de España, Hospital del Casino y gran parte del Gobierno Militar, consideran que se han agotado todos los medios que el deber y el honor militar aconsejan en la defensa de esta plaza, cuya prolongación no podría beneficiar a la marcha general de las operaciones, no obteniendo más resultado que el sacrificio del personal no combatiente y heridos (…) por lo cual acuerdan la rendición de las posiciones del Hospital de la Asunción, Colegio Sadel y Gobierno Militar en la parte que aún conservan, con la condición de que sean respetadas las vidas del personal civil”.



El coronel Rey d´Harcourt




En realidad, Rey d´Harcourt intentó ponerse en contacto telefónico a las nueve esa misma noche del día 7 con el Jefe del Ejército Republicano de Levante, pero como la comunicación era deficiente, fue autorizado por Hernández Saravia para que se trasladase al Cuartel General desde donde pudo llevar a cabo la comunicación por teletipo de forma factible. Así pues, y de esta manera, quedó zanjada la rendición con Saravia, cuyas condiciones fueron aceptadas plenamente por Prieto, ya que a él no le dio tiempo de dictarlas.
Pero entre tanto, en el convento de Santa Clara todavía resistían el coronel Barba y sus combatientes; hallándose entre ellos personal civil así como el obispo de la diócesis y el gobernador civil. La defensa se hacía tan imposible que algunos de los soldados que montaban guardia huyeron aquella misma tarde.

Llegada la tarde del día 8 de enero se anunciaba por teletipo que la ciudad de Teruel se había rendido por completo y se estaba procediendo a la evacuación del personal civil, prisioneros y heridos. Este mismo día también el Cuartel General de Franco reconocía la derrota a través de un parte emitido a tales efectos y en el que se acusaba a Rey d´Harcourt de no haber sabido resistir.

Rey d´Harcourt fue asesinado por un grupo de incontrolados, en cambio el coronel Barba y el gobernador civil fueron devueltos por las autoridades francesas a la España de Franco.
Con este triste episodio se cerraba la primera parte de la batalla, favorable al Estado Mayor Republicano tanto en sus objetivos estratégicos como tácticos, no obstante la Batalla de Teruel todavía no había llegado a su fin.

En los breves días de relativa calma que sucedieron, el ejército republicano hizo un recuento tanto de bajas como de prisioneros desde el día 7 al 9 de enero. Estos fueron sus datos de personas capturadas:

- Convento de Santa Clara y Seminario: 2.000 combatientes y 2.000 personas civiles.
- Hospital de la Asunción y Gobierno Militar: 40 jefes y oficiales, 450 soldados, 700 heridos entre paisanos y militares, y 1000 personas civiles.

Naturalmente no todas las personas civiles fueron consideradas prisioneros. Según Rojo lo fueron 80 jefes y oficiales, 2621 de tropa y 866 civiles. La cantidad de personas civiles que fueron evacuadas de la ciudad de Teruel también ascendió a varios millares.



En lo referente a las bajas, según Rojo, fueron las siguientes:


BAJAS HASTA EL 31 DE DICIEMBRE DE 1937

XIII Cuerpo del Ejército 400
XVIII Cuerpo del Ejército 880
XIX Cuerpo del Ejército 670
XX Cuerpo del Ejército 1686
XXII Cuerpo del Ejército 1565
Total 5201

BAJAS DEL 1 AL 8 DE ENERO DE 1938

XIX Cuerpo del Ejército 316
XVIII Cuerpo del Ejército 685
XIII Cuerpo del Ejército 436
40 División 200
Total 1637


COMIENZA LA LARGA BATALLA DE DESGASTE


A pesar de lo acaecido en la ciudad de Teruel, Franco siguió con su idea de maniobra y ordenó el 14 de enero de este mismo año 1938, que Aranda atacase por el norte hacia Celadas y el Muletón y Varela hiciese lo propio por el sur y el suroeste.
Por su parte, Rojo, el día 10 de enero reorganizó el Ejército de Maniobra, antes de dejarlo en manos de Saravia, y se dispuso a poner en acción todo el V Cuerpo, que estaba mandado por Modesto, la 47 División dirigida por Gustavo Durán, la 35 Internacional a cargo del polaco Walter, y la 46 División al mando de Valentín González conocido como “El Campesino”. Además también quedaron en línea los Cuerpos del Estado XII,XVIII y XIX, pasando a la reserva el XX y el XXII por ser los que más desgaste habían sufrido. Como Jefe del Ejército de Maniobra quedó nombrado el coronel Menéndez.
El día 17 de enero el nacionalista Aranda ataca los altos de Celadas en dirección al Muletón, que consigue ocupar al día siguiente, día en que en una de las brigadas de los defensores se crea una situación de pánico y desobediencia, a pesar de las severas medidas que adoptó el jefe de la 40 División.

El día 21, el republicano Saravia lanzó por el norte, por los términos de Visiedo y Rillo, a la 27 División, al mando de Del Barrio, con objeto de cortar el avance de las tropas de Aranda por ese flanco, e impidiéndole así cruzar el río Alfambra. Lo consigue quedando muy quebrantada la V División de Navarra entre los atacantes. Entre tanto la 35 División de los internacionales sufría gran número de bajas en los combates del Muletón.
La contraofensiva republicana de Del Barrio, que se prolongó hasta el 30 de enero, fue de gran importancia, pues llegaron hasta Singra y cortaron la carretera de Teruel-Zaragoza desde Villarquemado hasta Monreal del Campo, lo cual hizo que Aranda estuviese a punto de perder la comunicación con su retaguardia, cosa que no sucedió gracias a que consiguió restablecer la situación con el apoyo de su aviación.

Al no poder continuar el avance, Franco y su Estado Mayor reconsideraron por completo la situación: Los ataques frontales iban a ser sustituidos por maniobras de envolvimiento y el frente iba a ser uno solo, pero esta vez desde Perales del Alfambra y Sierra Palomera hasta el sur de Teruel. A su vez, Franco reorganizaba su dispositivo, movilizando el Cuerpo del Ejército Marroquí, varias Divisiones de Navarra y la División de Caballería a cuyo mando estaba Monasterio. En total, catorce Divisiones eran puestas en acción,
quedando en reserva el Cuerpo de Ejército Italiano.

La lucha se estaba transformando en una dura batalla de desgaste. El objetivo de Franco era un triple objetivo “político”: Salvar el prestigio del ejército nacional, demostrar que era el más fuerte, y que conseguía lo que se proponía.

El día 5 de febrero, del todavía año 1938, el general Yagüe, con sus tres Divisiones, rompía el frente republicano entre las localidades de Corbatón y Pancrudo, tras haber iniciado su marcha en Portalrrubio, localidad sita a 60 kilómetros al norte de Teruel. Las líneas republicanas que estaban débilmente defendidas por las brigadas 132 y 61, favorecieron la penetración de las tropas nacionales por la brecha abierta entre los pueblos de Argente y Visiedo, ocupando al día siguiente Perales del Alfambra. El ataque en tres direcciones iniciado en la madrugada del día 6 dejaba fuera de combate a toda la 42 División republicana, pues los tanques, la artillería y la aviación utilizada por los franquistas era muy superior.




De esta manera, las tropas franquistas conseguían cerrar la bolsa del Alfambra y dejaban en una situación muy difícil al XIII Cuerpo del Ejército que trataba irremediablemente de conservar sus posiciones en Sierra Palomera y Alfambra. Antes del día 10, las unidades del XIII Cuerpo del Ejército Republicano quedaron absolutamente inservibles y sierra Palomera pasó a ser ocupada por los nacionales, así como Alfambra y buena parte de la margen izquierda del río de su mismo nombre, que estaba defendida por la 27 División. Las pérdidas del XIII Cuerpo del Ejército en la retirada de Sierra Palomera fueron de 3000 hombres, 3600 fusiles, 60 ametralladoras y cinco piezas del 10´5.
Ante tal situación, Rojo ve que irremediablemente es necesario relevar al resto del ejército con la única reserva de que disponía, la 47 División de la región de Valencia, y sin dudarlo da la orden para que se complete el sector de Montalbán. Así pues el XX Cuerpo del Ejército era sustituido por una agrupación de Divisiones al mando de Galán.
Ciertamente los 125.000 hombres del bando nacional, con 400 cañones, que habían atacado con fuegos convergentes durante cuatro días en el frente de Teruel, protegidos además por una superioridad aérea, no sólo consiguieron una penetración de 30 kilómetros, sino que también lograron agotar las posibilidades del adversario que disponía de menos reservas y menos fuegos artilleros y aéreos. El propio Rojo así lo reconocía en informe de 21 folios dirigido a Prieto el día 16 de febrero en el que, entre otras cosas, le comunicaba:” La calidad de los mandos es mala y los cuadros de mandos insuficientes. Hay batallones donde debía haber veinte oficiales y sólo hay cuatro o cinco …”
A fin de cubrir el hueco abierto por los nacionales en el sector de Montalbán, entre las líneas que cubrían el ejército de Levante y el Ejército del Este, fue trasladado hasta allí el XXI Cuerpo del Ejército Republicano, comandado por Juan Perea, que estaba en Lérida. La 27 División, mandada por Del Barrio perteneciente a dicho Cuerpo, había llegado allí a finales de enero y pocos días después lo hizo la 34 División de Etelvino Vega y dos Brigadas Internacionales más. Así pues, y con estos refuerzos, las fuerzas republicanas inician una contraofensiva desde Segura de Baños. Apoyados por la artillería y tanques, recuperan un amplio sector y el 15 de febrero cortan las comunicaciones con Portalrrubio y Vivel del Río. Las fuerzas nacionales de Yagüe contraatacan, pero, al ofrecer gran resistencia las de Perea, los combates se prolongan hasta el día 18 de febrero.
Entre tanto la vacía y ruinosa ciudad de Teruel era guarnecida desde la primera semana de febrero por la 46 División. La defensa estaba constituida por dos líneas de trincheras unidas por vías de comunicación en la margen derecha del Alfambra; y detrás, por la misma orilla izquierda, la línea principal de resistencia, con nidos de hormigón, trincheras y zanjas de comunicación. Esta línea de fortificación rodeaba la loma del cementerio hasta llegar al casco urbano, para continuar después por los edificios principales de resistencia. En aquellos fatídicos momentos la ciudad turolense no contaba con ningún tipo de reservas y se abastecía diariamente con los víveres que el ejército republicano disponía en La Puebla de Valverde y en Sarrión, cuyas vías de comunicación tenían bien aseguradas.

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