Fusilados en Zaragoza, 1936-1939, Tres años de asistencia espiritual a los reos. Libros. Aragón.
Hay libros imborrables, que dejan
una huella imperecedera. Éste es uno de ellos. Hay libros imprescindibles,
necesarios. Éste es uno de ellos. Aquí no debemos buscar exquisiteces formales,
lenguaje rebuscado y belleza de estilo. Aquí lo que vamos a encontrar es vida,
humanidad e historia densa y profunda.
Se tratan de unas Memorias
escritas por el capuchino Gumersindo de Estella, generadas por su asistencia
espiritual a numerosos condenados a muerte en la cárcel de Torrero de Zaragoza
entre los años 1937-1942. Su título es Fusilados en Zaragoza, 1936-1939, Tres
años de asistencia espiritual a los reos.
Antes ya se han producido grandes
matanzas por motivos políticos en Zaragoza por parte de los rebeldes
franquistas. Ahora son menos, pero no dejan de ser cuantiosas. La primera
asistencia, reflejada en la obra, a condenados a muerte se lleva a cabo el 22
de junio de 1937 y la última el 10 de marzo de 1942, casi tres años después de
acabada la Guerra Civil
El esquema de la obra es muy
simple. Sobre las 4 o las 5 de la mañana es requerido el padre Gumersindo, para
que desde su residencia en el convento capuchino, al lado del Canal Imperial,
vaya a la cárcel de Torrero para asistir espiritualmente a los condenados a
muerte, para intentar darles la confesión, ofrecerles la misa y la comunión a
aquellos que lo deseasen, y finalmente acompañarles a las tapias del
cementerio, para después del fusilamiento, administrarles la Santa Unción.
El relato es en muchos momentos
estremecedor y durísimo. Hay páginas difíciles de digerir. Una estancia, que
hacía las veces de capilla, con una mesa de altar con todo lo necesario para la
misa; en la pared y sobre dicha mesa aparecía un retrato de Franco; y debajo de
la efigie del dictador, un crucifijo; a ambos lados, dos velas. Éste es el
escenario elegido por las fuerzas rebeldes franquistas, para que se confesasen
por última vez los presos. El retrato de Franco, quien ha firmado su pena de
muerte, está presente para humillarlos más si cabe. Alguno de los presos se
rebelaba, aduciendo que no podía confesarse ante este escenario. Alguno también
culpaba a la Iglesia católica de complicidad, porque permitía y secundaba
semejantes atrocidades, como ya veremos más adelante. En concreto uno de los
reos fusilado el 22 de junio de 1937, argumenta que rechaza esa religión, que
está matando un millón de españoles, esa religión fascista
Si estos momentos descritos en el
párrafo anterior son dramáticos, no lo son menos todos aquellos que relatan el
traslado a las tapias del cementerio y los mismos fusilamientos. Era una
comitiva numerosa y dantesca. Solía hacerse en un autocar, en el que estaban
los guardias, los reos, los padres religiosos. En autos particulares iban el
director de la prisión, un par de oficiales de la misma, el juez de ejecuciones
con su secretario, algún agente de policía y del juzgado, cuatro o cinco
señores de la Hermandad de la Sangre de Cristo, el médico de la cárcel. Este
viaje para el preso debía ser terrible.
Llegamos al fusilamiento. Los
soldados solían ser 4 o 5 por reo. Muchas veces acostumbraban a fallar
voluntariamente en sus disparos, con lo cual se acrecentaba el sufrimiento. El
21 de septiembre de 1937, día que fusilaron a seis, después de la descarga
todavía palpitaban y respiraban fuertemente sobre un charco de sangre, momento
que sirvió para darles la absolución y la Santa Unción. Detrás del religioso un
teniente les daba dos o tres tiros en la cabeza, saltando el cráneo, quedando
con los ojos abiertos. El 14 de julio de 1938 se produjeron 8 fusilamientos; lo
novedoso consistió en que después de ser conducidos en un camión hacia la tapia
del cementerio, al divisar la tropa, se paró el vehículo; y recibieron la orden
de no saltar a tierra; pasó un cuarto de hora y nadie daba orden de bajar; el
padre capuchino pregunto qué pasaba, la respuesta fue que se habían olvidado
los cartuchos. No hace falta hacer muchos comentarios. El hecho se comenta por
sí mismo.
El total de reos que aparecen en
las Memorias son alrededor de 150. Hay 17 alcañizanos. De Híjar aparecen dos,
Antonio Meseguer Barceló y José Escorihuela Mir. De Albalate del Arzobispo son
Tomás Gardana y Florencio París Sancho. De Samper de Calanda Antonio López,
Francisco Gracia y uno apellidado Almudí. De Urrea de Gaén Antonio Blasco.
Éstos son los que aparecen reflejados de nuestro entorno más cercano. Desearía
para aquellos que lean estas líneas, hacerles una reflexión. El delito que
cometieron todos ellos, era el de estar afiliados a un partido de izquierdas;
socialista, comunista, UGT, CNT, o, simplemente republicanos. Esto es una
monstruosidad jurídica, ya que se condenó a la pena capital o a otro tipo de
penas, a todo un conjunto de personas por pertenecer o estar afiliado el 18 de
julio de 1936, a un partido o sindicato, que en aquellos momentos eran legales.
Además se les acusó a muchos de ellos de auxilio a la rebelión, cuando no
fueron ellos precisamente los que se rebelaron. Los que si lo hicieron, de
acuerdo con el código de justicia militar entonces vigente, fueron los
militares como Mola, Franco, Cabanellas, Queipo de Llano, etc que se alzaron
públicamente y en abierta hostilidad contra el Gobierno; y, en consecuencia,
son reos de rebelión militar los que se alcen en armas contra el Jefe del
Estado, su gobierno o instituciones fundamentales de la nación(1). Los jóvenes
de hoy en día deben saber que en determinados momentos de su historia, esto
ocurrió. Si hoy irrumpiera un golpe de estado, como el de 18 de julio de 1936,
podría ocurrir que todos aquellos que fuéramos de ideologías parecidas a las
anteriores, podríamos ser fusilados. Y además acusados de subversión y
rebelión. Y además no podríamos ser recordados. Y si alguien pretende hacerlo
se le acusa de estar reabriendo heridas.
Si los militares sublevados se
hubieran mantenido en sus cuarteles, respetando la legalidad constitucional, no
se hubiera producido la Guerra Civil. Esto parece claro. Y obviamente todas las
secuencias subsiguientes. Si había problemas en el régimen republicano, donde
debían resolverse era en el Parlamento, utilizando la palabra, el logos, la
razón. Las armas son para defender un país de una agresión exterior, no para
defender los intereses de determinados sectores de la sociedad. Este país
nuestro ha estado siempre pendiente del sable. Hemos tenido que sufrir la mente
calenturienta de cualquier militar salva-patrias. Azaña tuvo muy claro el
problema del militarismo en la historia de España. Par él el ejército era
ineficaz para la defensa de la nación, costoso para el erario, privilegiado
entre los ciudadanos, amenazador de la libertad personal y obedecido por el
poder público. Los españoles hemos soportado durante un siglo un ejército ineficaz,
costosísimo y liberticida, estas tres características, juntas con la misma
institución, la convierten en un verdadero peligro para el Estado. Era preciso
hacer algo y Azaña pone inmediatamente manos a la obra demostrándose a sí mismo
y a los demás que era posible reformar una de las instituciones más obsoletas,
utilizando la razón, es decir, dando órdenes y publicando decretos. En
definitiva quiso un ejército reducido en efectivos, profesional, con la misión
única de defensa de la patria en tiempo de guerra y la preparación para la
guerra en tiempos de paz(2). Los militares deben estar al servicio de la
sociedad y obedecer las decisiones del poder civil. Esto es lo que suele
ocurrir en cualquier civilizado y moderno. Hoy, en cambio, en muchos países tercermundistas
les ocurre que tienen gravísimos problemas políticos, al tener que estar
pendientes de cualquier militar de tres al cuarto. No es necesario señalar que
fracasó en su intento Azaña, y el ejército continuó siendo, como siempre lo
había sido un enemigo de la libertad.
Uno de los motivos por los que
triunfó el golpe fue por la extrema violencia con que fue acometido por los
rebeldes y las contundentes amenazas dirigidas a quienes no apoyaran el
movimiento. El general Queipo de Llano, en uno de sus mensajes a la prensa, el
24 de julio de 1936, lo dejaba muy claro: ¿Qué haré? Pues imponer un durísimo
castigo a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los
ciudadanos a que, cuando se tropiecen con uno de esos sujetos, lo callen de un
tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré.
El general Mola, aunque parece
increíble, podía llegar a ser aún más cruel. En sus Instrucciones de 25 de mayo
de 1936 decía: Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta
para reducir lo antes posible al enemigo. Y continuaba el 19 de julio: Hay que
sembrar el terror... dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos a
todos los que no piensen como nosotros. Para terminar con la siguiente guinda:
Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo (3).
La actuación del célebre,
teniente coronel Yagüe, en las matanzas de la plaza de toros de Badajoz. A
primeras horas de la mañana del día 15 de agosto de 1936, se emplazaron
ametralladoras en las contrabarreras del toril que abrieron fuego sobre la
multitud de hombres y mujeres de izquierdas allí concentrados: republicanos,
socialistas, comunistas, anarquistas y simples hombres de campo, jornaleros,
campesinos y demás paisanos fueron cayendo tronchados por el fuego de las
ametralladoras. Según el testimonio de Justo Vila:Hubo moros y falangistas que
bajaron a la arena para jalear a los prisioneros, como si de reses bravas se
tratase. Las bayonetas, a modo de estoque, eran clavadas en los cuerpos
indefensos de los campesinos con el beneplácito de jefes, oficiales y
suboficiales. Luego abrían fuego las ametralladoras; los cuerpos eran retirados
en camionetas y carretas y el ruedo comenzaba a llenarse de nuevo.
Se calcula que murieron en los
primeros días, entre combate y represión, más de 9.000 personas en Badajoz. De
éstas, más de 4.000 perecieron en las tristemente famosas matanzas de la plaza
de Badajoz... (4)
Un acontecimiento esclarecedor de
este ejército golpista ocurrió en el paraninfo de la Universidad de Salamanca,
el 12 de octubre de 1936, con motivo de la Fiesta de la Raza, que refleja
claramente el talante de los militares sublevados. Es el altercado entre
Unamuno y el general José Millán Astray, fundador de la Legión y responsable de
la propaganda del Cuartel General del generalísimo Franco. Este lanzó sus
necrófilas y célebres palabras. "¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!,
a las que replicó aquel: Éste es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo
sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto...Venceréis, pero no
convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no
convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis
algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que
penséis en España(5).
Produce auténtico pavor y
escalofrío que España estuviera durante 40 años en manos de personas de esta
catadura moral.
Los dirigentes republicanos, por
lo general, obraron con una actitud radicalmente opuesta a la barbarie rebelde,
aunque en muchos lugares, como Híjar, nadie hiciera caso de sus palabras. El
dirigente del PSOE, Indalecio Prieto, en las páginas de El Socialista, el 9 de
agosto de 1936, intentaba parar la represión que ya había dado comienzo en
territorio republicano: Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas
versiones de lo que está ocurriendo en tierras dominadas por nuestros
enemigos...no imitéis esa conducta, os lo ruego, os lo suplico. Ante la
crueldad ajena, la piedad vuestra..ante los excesos del enemigo, vuestra
benevolencia generosa..¡No los imitéis!(6)
En la zona republicana las
muertes se produjeron a pesar de los esfuerzos de las autoridades (República,
Euskadi, Generalitat) por impedirlas, en cambio en la zona nacional recae sobre
las autoridades la responsabilidad directa y expresa, tanto de los
fusilamientos como de los paseos.
De Barcelona zarparon barcos
enteros, franceses e italianos sobre todo, pero también de otras
nacionalidades, fletados exclusivamente para evacuar personas amenazadas, pero,
como ha dicho Joseph Benet, "de la zona rebelde no salió ningún barco.
Hasta Queipo de Llano, en una de sus celebres charlas por radio, reconocía el
24 de agosto de 1936 que el presidente Companys "ha dejado salir de
Barcelona a más de cinco mil hombres de derechas, lo cual ha de aminorar sin
duda la responsabilidad que pesa sobre él ¡Dios se lo tenga en cuenta!".
El presidente Joseph Tarradellas,
comentando los fracasados intentos de canje a favor de Carrasco i Formiguera,
señalaba que la dificultad provenía de que Franco era por sistema opuesto a los
canjes (sólo le interesaban los aviadores alemanes e italianos derribados) y,
sobre todo, de que la Generalitat no tenía rehenes que ofrecer: "A las
personas de derechas les habíamos proporcionado el pasaporte y les habíamos enviado
a miles al extranjero, en los primeros meses de la guerra, para que no los
asesinaran, empezando por los más amenazados, sin ninguna contrapartida, y
después ya no podíamos proponer a nadie para canjes"(7).
Estos textos son suficientemente
explícitos. Por la parte rebelde, desde el aparato estatal, hay una clara y
unitaria política de exterminio para todos aquellos que no secundasen el golpe.
Por ello, una vez puesta en marcha, los militares sublevados no les quedaba
otra opción que una huída hacia delante, ya que en el caso de fracasar hubieran
tenido que rendir cuentas ante los Tribunales de Justicia.
Por el contrario, en el lado
republicano, aunque se cometieron excesos, desde el Gobierno se intentó
pararlos, y que solamente debieran ser eliminados, aquellos que hubieran sido
inculpados tras un juicio llevado a cabo con todas las garantías.
Otro problema de la sociedad
española de los treinta era el clericalismo, la situación privilegiada de la
Iglesia católica. Azaña lo comprendió con nitidez. El Estado no puede admitir
ningún principio confesional ni nadie puede hacer valer ante el Estado una
religión para colocarse en una situación de privilegio y excepción. El Estado
republicano, sigue indicando no tiene religión y, por tanto, no puede admitir
ninguna actitud, ningún derecho, ninguna posición que se derive de la
existencia de las religiones. No se le escapaba que esa simple manera de
resolver el problema religioso implicaba el fin de privilegio y excepción de la
Iglesia católica y de su masiva presencia en la esfera docente. Además de un
Estado laico, Azaña proclama para la República la obligación de formar a las
generaciones futuras. El Estado laico es un Estado educador, que no confía a
ninguna institución ajena la tarea de sustituir el caduco pensamiento
católico(8). Hacía 150 años Masson de Morvillers en su Enciclopedia entre otras
cosas, que continuaban siendo actuales en los años 30, dijo: El español tiene
aptitud para las ciencias, y , sin embargo, quizás sea la nación más ignorante
de Europa. ¿Qué se puede esperar de un pueblo que necesita permiso de un fraile
para leer o pensar?
En tanto en cuanto la República
tuvo los objetivos señalados en los párrafos anteriores, respecto a la manera
de resolver el problema religioso en España, podemos comprender el que la
sublevación contase con el apoyo incondicional de la Iglesia española. No tuvo
ningún impedimento ético para hacerlo. En 1936 las más altas jerarquías
eclesiásticas españolas, salvo alguna excepción, apoyaron inequívocamente a los
militares sublevados. El Episcopado español en la Carta Colectiva de 1 de julio
de 1937, Sobre la Guerra de España, dirigida a los obispos de todo el mundo,
muestra su apoyo incondicional a los militares sublevados. Con semejante
actitud la Iglesia optó por ser enemiga de media España. Algunos fragmentos de
este documento fundamental pueden ser clarificadores:
"El 18 de julio del año
pasado se realizó el alzamiento militar y estalló la guerra, que aún dura. Pero
nótese, primero, que la sublevación militar no se produjo, ya desde sus
comienzos, sin colaboración del pueblo sano, que se incorporó en grandes masas
al movimiento, que, por ello, debe calificarse de cívico-militar...
La guerra es, pues, como un
plebiscito armado. La lucha blanca de los comicios de febrero de 1936, en que
la falta de conciencia política del Gobierno nacional dio arbitrariamente a las
fuerzas revolucionarias un triunfo que no habían logrado en las urnas, se
transformó, por la contienda cívico-militar, en la lucha cruenta de un pueblo
partido en dos tendencias: la espiritual, del lado de los sublevados, que salió
en defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la patria, y
muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la
otra parte, la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que
quiso sustituir la vieja civilización de España por la novísima civilización de
los soviets rusos.
El movimiento nacional ha
fortalecido el sentido de la patria..Dentro del movimiento nacional se ha
producido el fenómeno, maravilloso, del martirio... El movimiento ha
garantizado el orden en el territorio por él dominado... en medio del esfuerzo
y del dolor terrible de la guerra, las tierras del lado nacional viven en la
tranquilidad del orden interno, bajo la tutela de una verdadera autoridad, que
es el principio de la justicia, de la paz y del progreso que prometen la
fecundidad de la vida social..Esta situación permite esperar un régimen de
justicia y paz para el futuro...
Realmente escribir estas líneas ,
cuando ya se han producido y se estaban produciendo auténticas masacres por
parte de los militares rebeldes en una parte importante del pueblo,
exclusivamente por ser de izquierdas; pienso que debería inducir a la Iglesia
católica española a una reflexión profunda y pensar si estuvo a la altura de
las circunstancias. Decantarse, como lo hizo, por el bando rebelde, aún
reconociendo que ella misma fuera víctima en el lado republicano, pienso que
fue inadecuado. En lugar de ser fuente de reconciliación, fue todo lo contrario
de persecución. En 1971 hubo un tímido conato de solventar este error que no
logró el apoyo necesario (dos tercios) para una declaración formal de la
Confederación Episcopal Española a la sociedad española, cuya texto, que quedó
inédito, era el siguiente:
"Si decimos que no hemos
pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está en nosotros (1 Jn 1,
10). Así pues, reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre
hemos sabido ser verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro
pueblo, dividido por una guerra entre hermanos."
Lanzo unas preguntas, para que la
conteste, quien pueda y sepa hacerlo; ¿por qué ha sido tan criticada la iglesia
española por la clase trabajadora? ¿por qué las clases poderosas se han llevado
tan bien con la iglesia? También es cierto que algún prelado, como Marcelino
Olaechea, de la sede de Pamplona, luchó por detener esa masacre que se estaba
cometiendo por parte de los nacionales. Lo más destacado y valiente de todo lo
que hizo monseñor Olaechea durante la Guerra Civil fue su alocución del 15 de
noviembre de 1936 condenando la práctica, demasiado repetida, de ciertas
ejecuciones que eran más bien linchamientos. Cuando en el frente había muerto
un mozo y lo llevaban a su pueblo para enterrarlo, a menudo la ceremonia
terminaba con la ejecución expeditiva, sin trámite judicial, de algunos rojos
de la localidad. Este discurso destaca con la frase ¡No más sangre, no más
sangre! (9).
La postura de la iglesia española
hacia el régimen de Franco se mantuvo inmutable, una vez acabada la Guerra
Civil. Por ello recibió todo tipo de prebendas, reconocidas en el Concordato de
1953. Se estableció la religión católica, apostólica y romana como la única de
la nación española. Los clérigos y religiosos estarán exentos del servicio
militar. Anualmente el Estado le asignara una adecuada asignación. Las iglesias
gozarán de exención de impuestos de índole estatal o local. El Estado reconoce
plenos efectos civiles al matrimonio celebrado según las normas del Derecho
Canónico. En todos los centros docentes de cualquier orden o grado, sean
estatales o no estatales, la enseñanza se ajustará a los principios del Dogma y
de la Moral de la Iglesia Católica. El Estado español garantiza la enseñanza de
la Religión Católica como materia ordinaria y obligatoria en todos los centros
docentes. Se garantiza la presencia espiritual de la Iglesia Católica en el
ejército. Además de otras prebendas. La Iglesia católica por apoyar al régimen
de Franco recibió un cheque al portador.
Alguno, al llegar a esta parte
del relato, exclamará señalando que todo esto pasó hace mucho tiempo, y que es
mucho mejor olvidarlo. Pero yo le diría que para olvidar algo, primero hay que
saberlo y conocerlo. Es muy difícil olvidar algo, si previamente no se conoce.
Hechas estas consideraciones,
retomamos el tema de los fusilados en la cárcel de Torrero. Dar a conocer todos
estos hechos es algo necesario e imprescindible, como decía al principio. No
puede construirse una reconciliación plena y total, cuando todavía existen
cosas en la oscuridad más absoluta. Cuando todo se conoce, no sólo una parte, es
cuando podemos pensar en una convivencia sin rencores.
Debemos hacerlo además por salud
democrática. Todavía más, cuando los fusilados, que aparecen en estas Memorias,
murieron por la defensa de la legalidad constitucional. Muchos de ellos no han
tenido ni siquiera la posibilidad de ser nombrados. En cambio, aquellos que
apoyaron el Golpe, sus nombres son conocidos, y ensalzados en lápidas,
monolitos, cruces, etc. Todavía existe un pueblo de la provincia de Soria, que
lleva el nombre del causante de la masacre de la plaza de toros de Badajoz. Es
algo inconcebible. Realmente el mundo al revés. Esto nadie con dos dedos de
frente puede entenderlo.
Dicho todo lo precedente, me
parece conveniente y éticamente necesario dar a conocer las vicisitudes de un
hijarano, Antonio Meseguer Barceló, víctima de la represión franquista. Fray
Gumersindo de Estella nos refleja los momentos previos a su muerte, que
producen auténtico escalofrío. Es así:
"Uno de los reos del día 21
de noviembre de 1938 era natural de Híjar(Teruel), llamado Antonio Meseguer.
Era alto de estatura. No tendría más que unos 25 años de edad. De bella
presencia; muy bien formado. Era maestro. En su infancia y adolescencia había
sido alumno de una escuela de padres capuchinos de Híjar, siendo su profesor el
P. Miguel de Pamplona. Más tarde, según me informaron, se afilió al partido
socialista. Al comenzar la sublevación de Franco y Mola, y llegando los
catalanes a Híjar, fue elegido para miembro del Comité. Luego fue hecho
comisario político. Cuando las tropas de Franco avanzaron hacia Castellón,
Antonio Meseguer se dispuso a continuar su retirada de aquella ciudad. Allí se
encontró con un telegrafista de Híjar que era de derechas. Éste le invitó a
comer con él. Antonio aceptó y rezó la bendición de la mesa con su amigo. Así
me refirió una hija del telegrafista. Antonio, aunque se le rogó quedase en
Castellón, se ausentó y continuó la retirada a una con las fuerzas
republicanas. Fue cogido prisionero en la misma provincia. Y juzgado
sumarísimamente, fue condenado a la última pena. Se confesó sollozando. Asistió
a la Santa Misa y comulgó con fervor."
Ese mismo día, según el relato
breve y conciso, pero lleno de significado, fueron tres los reos. Uno Antonio;
otro era natural de Jaén, de apellido Laguna; del tercer reo el padre
Gumersindo no sabe nada.
Yo quiero añadir otros detalles
de este hijarano, me hubiera gustado que hubieran sido más prolijos, pero por
circunstancias que no vienen al caso, no parece conveniente mencionar en estos
momentos. Sirva, como pequeño homenaje.
Nació el día 23 de enero de 1915,
en la calle de San Blas nº 28. Sus padres fueron Antonio Meseguer Burillo, de
profesión zapatero, y Concepción Barceló Gerique., ambos naturales de Híjar.
Del mismo modo lo eran todos sus abuelos, salvo su abuelo materno que procedía
del pueblo turolense de Castellote. De familia profundamente hijarana. Debemos
destacar que el fraile dominico, Santiago Meseguer Burillo, hermano de su
padre, murió asesinado por los rojos, y que, como sabemos, ya ha sido beatificado.
Hizo sus estudios para Maestro de
1ª Enseñanza en la Escuela Normal del Magisterio Primario de Zaragoza. Aprobó
el ingreso el 1º de junio de 1929. Y en cuatro cursos alcanzó el Título, con un
expediente muy brillante(10).
Año Curso ASIGNATURAS NOTAS
1929-30 1º Religión
e Historia Sagrada Sobresaliente
" " Teoría
y Práctica de la Lectura Sobresaliente
" " Nociones
Generales de Geografía y Gª Regional Sobresaliente
" " Nociones
Generales de Historia e Hª de la Edad Edad Antigua Notable
" " Nociones
y ejercicios de Aritmética y Geometría Sobresaliente
" " Dibujo
1º Sobresaliente
" " Caligrafía
1º Aprobado
" " Música
1º Sobresaliente
1930-31 Curso ASIGNATURAS NOTAS
" 2º Religión
y Moral Sobresaliente
" " Geografía
de España Sobresaliente
" " Gramática
Castellana 1º Sobresaliente
" " Historia
de la Edad Media Sobresaliente
" " Aritmética
y Geometría Sobresaliente
" " Pedagogía
1º Sobresaliente
" " Música
2º Notable
" " Caligrafía
2º Aprobado
" " Dibujo
2º Aprobado
1931-32 Curso ASIGNATURAS NOTAS
" 3º Gramática
Castellana 2º Sobresaliente
" " Geografía
Universal Sobresaliente
" " Historia
de la Edad Moderna Sobresaliente
" " Francés
1º Sobresaliente
" " Algebra Sobresaliente
" " Historia
Natural Aprobado
" " Pedagogía
2º Sobresaliente
" " Prácticas
de Enseñanza Sobresaliente
" " Física Aprobado
1932-33 Curso ASIGNATURAS NOTAS
" 4º Historia
de la Pedagogía Sobresaliente
" " Elementos
de Literatura Española Sobresaliente
" " Francés
2º Sobresaliente
" " Ampliación
de la Geografía de España Sobresaliente
" " Historia
Contemporánea Notable
" " Química Sobresaliente
" " Rudimentos
de Derecho y Legislación Escolar Notable
" " Agricultura Aprobado
" " Prácticas
de Enseñanza 2º Sobresaliente
La Hoja de estudios precedente la
certifica D. Enrique Ballesteros García ... Profesor y Secretario de la Escuela
Normal del Magisterio Primario de Zaragoza, con fecha de 8 de junio de 1933,
con el Vº Bº del Director Ricardo Sancho.
Se le expidió el Título a 1º de
julio de 1933.
El expediente fue brillantísimo.
A los 18 años estuvo en posesión de su Título para poder ejercer su carrera
docente. Pero pudo hacerlo 2 años, ya que en julio de 1936 llegó la Guerra. Una
vez iniciada ésta, desempeñó determinados cargos políticos. Y finalmente acabó
su experiencia vital en un triste día de otoño del año 1938. Uno más, entre
otros muchos intelectuales que molestaban al régimen franquista. La
inteligencia y el fascismo son incompatibles. Se ha hecho célebre la frase que
ha hecho historia, atribuida al mariscal nazi Hermann Goering: Cuando oigo
hablar de Cultura le quito el seguro a mi Browning. Es verdad que nada golpea
más al fascismo, al dogmatismo y a la intolerancia que la cultura y, en justa
reciprocidad, parece lógico que cuando el fascismo oiga hablar de cultura eche
mano de la pistola.
Notas
1. RAGUER, Hilari: La pólvora y
el incienso. La Iglesia y la Guerra Civil Española (1936-1939). Ediciones
Península, 2001, Barcelona.
2. JULIÁ, Santos: Manuel Azaña. Una Biografía Política.
Alianza, 1990, Madrid.
3. PINA PIQUER, José Manuel: De ilusiones y tragedias.
Historia de Albalate del Arzobispo. Sender Ediciones, 2000, Zaragoza.
4. REIG TAPIA, Alberto: Memoria de la Guerra Civil. Los
mitos de la tribu. Alianza Editorial, 2000, Madrid.
5. REIG TAPIA, Alberto: Memoria de la Guerra Civil. Los
mitos de la tribu. Alianza Editorial, 2000, Madrid.
6. PINA PIQUER, José Manuel: De ilusiones y tragedias.
Historia de Albalate del Arzobispo. Sender Ediciones, 2000, Zaragoza.
7. RAGUER, Hilari: La pólvora y el incienso. La Iglesia y la
Guerra Civil Española (1936-1939). Ediciones Península, 2001, Barcelona.
8. JULIÁ, Santos: Manuel Azaña. Una Biografía Política.
Alianza, 1990, Madrid.
9. RAGUER, Hilari: La pólvora y el incienso. La Iglesia y la
Guerra Civil Española. (1936-1939). Ediciones Península, 2001, Barcelona.
10. Archivo General de la Administración. Alcala de Henares.
Cándido Marquesán Millán
Huesca, 18 de julio de 1936. Prolegómenos
LA SUBLEVACIÓN EN TERUEL
Teruel
Last Updated by Rafael R
El 19 de julio de 1936, el teniente coronel Mariano García Brisolara, comandante militar de la plaza y jefe de la Caja de Recluta, se sublevó contra el Gobierno de la República y cumpliendo órdenes del general Cabanellas, jefe de la V División Orgánica, con sede en Zaragoza, procedió a proclamar el estado de guerra. Enterado el gobernador civil Domingo Martínez Moreno, salió a la calle y ayudado por un grupo de Guardias Municipales y de Asalto, arrancó de las paredes donde había sido fijado el Bando de la autoridad militar, sustituyéndolo por otro en que se declaraba el estado de alerta. Al día siguiente García Brisolara, al que se habían unido la mayoría de los guardias civiles y de asalto, reiteró el estado de guerra, y tras la detención de las autoridades civiles y de los elementos más caracterizados del Frente Popular, la ciudad quedó incorporada al bando nacional.
En Teruel, el 18 de julio por la tarde, al llegar la noticia del alzamiento militar del día 17 en África, se produjo una manifestación de los obreros que estaban en huelga[3]; exigieron armas al gobernador Domingo Martínez Moreno, con el deseo de defender la República que consideraban en peligro, pero éste se las denegó. La manifestación se disolvió tras dar el gobernador un mensaje tranquilizador. De inmediato llamó a los responsables de la GC, el teniente coronel Pedro Simarro Roig, y de las fuerzas de Asalto, el teniente Antonio Navarro Gómez, para que se presentasen en Gobierno Civil. Después de esta entrevista el gobernador quedó tranquilo, pues tenía plena confianza en las fuerzas de la ciudad.
Las fuerzas militares de Teruel en aquellos momentos se reducían a la Caja de Reclutamiento, que la formaban un teniente coronel: Mariano García Brisolara, un comandante: Virgilio Aguado Martínez, dos alféreces, un brigada y siete soldados, a las que había que añadir en la plaza unos 60 guardias de Asalto y 50 guardias civiles.
En el edificio de la Comandancia Militar, aquella noche, se reunieron el comandante Aguado y el capitán Eugenio Villuendas, prepararon y editaron a ciclostil un bando de guerra para colocarlo por la ciudad al amanecer. Aguado estaba en contacto con el abogado del Estado Marcelo Zabala, que suplía al jefe de Falange Manuel Pamplona, encerrado en la cárcel junto con los dirigentes de los otros partidos conceptuados como "más peligrosos" para la República: los tradicionalistas y las juventudes de Acción Popular. A las ocho de la mañana del día 19 de julio se recibió un telegrama de la Jefatura de la 5ª División en Zaragoza, en el que se daba cuenta de que se había proclamado el estado de guerra en todo el territorio de la jurisdicción. En el levantamiento militar de Teruel se observó una clara dependencia de Zaragoza, cuyos mandos militares habían secundado el alzamiento el mismo día 18. El comandante Aguado recibió la noticia con alegría y mandó formar a los siete soldados que había en la Caja de Reclutas. García Brisolara le preguntó a Aguado que pretendía y éste le respondió que proclamar el estado de guerra si él no se oponía. Casi todas las fuentes inciden en la indecisión del teniente coronel Brisolara que hizo recaer la última decisión en el segundo jefe, el comandante Aguado, que había sido destinado allí en 1931.
Virgilio Aguado, a las nueve de la mañana, al frente de los siete soldados salió a la calle, y al llegar a la plaza del Torico, los mandó formar y leyó el bando, escena que repitió en otros puntos señalados de la ciudad, a la vez que lo fueron pegando en las paredes. Este bando trajo consigo graves consecuencias, la primera y más importante fue la destitución por la GC de las Comisiones Gestoras de la mayor parte de los ayuntamientos de la provincia de Teruel, que habían sido democráticamente elegidos durante la República, nombrando en su lugar unas comisiones municipales formadas exclusivamente por personas adictas a los militares sublevados. Estos ayuntamientos, como veremos más adelante, fueron a su vez sustituidos por otros de izquierdas en la mayor parte de la provincia, conforme las poblaciones fueron de nuevo recuperadas para la República por las columnas de milicianos. Hubo municipios que en un corto período de tiempo pasaron varias veces de un poder a otro, cambiando la composición municipal según fuese uno u otro bando quien dominase el municipio, como le ocurrió al de Mora de Rubielos.
El gobernador al tener noticia del bando decidió tomar medidas para contrarrestarlo. Le acompañaban varios guardias municipales y de Asalto, se acercó a uno de los bandos pegados en las paredes, lo arrancó, lo arrojó al suelo y mandó a los guardias municipales pegar otro en su lugar, proclamando el estado de alarma. Tras ello regresó a Gobierno Civil.
Al volver Aguado a la Comandancia a las seis de la tarde, se encontró con un grupo de jóvenes de Acción Ciudadana, requetés y falangistas que habían acudido a ofrecer sus servicios. No se tenían noticias de las postura de la GC y de los guardias de Asalto, aunque estos últimos supeditaron su posición a lo que hicieran los guardias civiles. La GC por depender del Tercio de Guadalajara vaciló antes de tomar una decisión por miedo a romper la subordinación jerárquica regular y obedecer en su lugar las órdenes de Zaragoza. Aguado optó por procedimientos expeditivos, en ausencia del teniente coronel de la GC Pedro Simarro que se encontraba en Alcañiz, en una misión encomendada por el gobernador, visitó al comandante José Pérez del Hoyo y éste se sumó a la rebelión. A los 50 guardias civiles hay que añadir los 60 guardias de Asalto y el destacamento de Carabineros, que lo formaban un sargento y siete guardias, y la Policía. Con dichas fuerzas, más los voluntarios, que armaron con 50 fusiles, 25 escopetas y 10 pistolas, pensaban dominar la calle y apoderarse de la ciudad. Por la noche, los jefes militares se reunieron para adoptar las acciones del día siguiente. Lo que más les impresionaba eran las noticias que llegaban de la provincia. En las cuencas mineras los obreros afiliados a la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y la FAI (Federación Anarquista Ibérica) se habían amotinado. El día 19 de julio en Utrillas habían detenido a los ingenieros y a los elementos más destacados de la derecha y habían instaurado el comunismo libertario, al igual que en otros pueblos. Cuando volvía de Alcañiz el coche del teniente coronel Simarro, al pasar por Calanda, fue tiroteado, pero nadie del grupo resultó herido. Aquel día, el capitán Calvo, del cuerpo de Ingenieros, salió con unos jóvenes de las milicias ciudadanas y se situó en las entradas de la población de Teruel para tomar posiciones.
Al parecer, la suerte de la provincia de Teruel en parte estuvo en manos del gobernador, que no supo reaccionar a tiempo, en cuanto perdió la comunicación telefónica con Madrid. Los representantes más destacados del Frente Popular se habían reunido en Gobierno Civil de forma permanente hasta la llegada de las primeras y confusas noticias en la tarde del día 19. Ante la postura demasiado confiada del gobernador, que les garantizaba la fidelidad de la GC, Gregorio Vilatela propuso su destitución.
En la citada reunión de Gobierno Civil se tomó el acuerdo de detener a Aguado, misión que fue encomendada al inspector de Policía Martín Esteban, y que le valió ser fusilado a los dos días. El teniente de Asalto que fue enviado a apresarlo se puso a sus órdenes y el comandante sorprendió en el despacho a todos los reunidos, a los que detuvo y encarceló.
El batallón se dirigió a la plaza de Carlos Castell donde estaban el Centro de IR (Izquierda Republicana) y el edificio de Gobierno Civil. En el Centro de IR se habían concentrado aquella noche los principales dirigentes de la izquierda de Teruel; la versión ofrecida por la derecha les acusaba de haber disparado desde este edificio: "salen a los balcones, lanzan a coro vítores y hacen unos disparos". El comandante Aguado con unos voluntarios subió al Círculo Republicano y detuvo a los que allí estaban, aunque algunos consiguieron huir. Se trasladaron seguidamente a Gobierno Civil donde detuvieron al gobernador y a un buen número de personalidades que le acompañaban. La autoridad militar se adueñó de Teruel e impuso sus decisiones. Ocuparon seguidamente sin resistencia los edificios de Correos, Telégrafos, el Ayuntamiento y la Diputación Provincial. Basándose en el bando militar destituyeron al igual que a la autoridad gubernativa a la Comisión Gestora del Ayuntamiento.
La figura del gobernador, por su actuación, apareció denigrada en la prensa anarquista de la época, aunque probablemente fue una víctima más de aquellos sucesos, pues tras su traslado, nada más llegar a Zaragoza fue asesinado.
En Alcañiz, el lunes 20 de julio, una patrulla de falangistas y guardias civiles liberó a unos falangistas encarcelados desde el 5 de julio. Destacados miembros de la Falange como Manuel Pamplona, Antonio Elipe y Herrero y otros fueron también puestos en libertad.
El día 21 de julio amaneció Teruel con una huelga general promovida por la Casa del Pueblo que la autoridad militar trató de neutralizar. Fue secundada en talleres, fábricas y algunas obras en construcción, pero un bando de la autoridad militar que amenazó a los obreros con la anulación de contratos en caso de que no volvieran al trabajo al día siguiente, así como la detención de los tres secretarios de los sindicatos, fueron los motivos para su finalización; ésta se prolongó a pesar de ello hasta el día 27.
Decidida la situación en Teruel a favor de los insurgentes la suerte de los republicanos se iba a repartir con su eliminación en buen número de casos o en la huida a los montes que rodean la capital, donde intentaron reorganizarse y contactar con otros núcleos de la provincia, sin dejar de ser perseguidos. En la ciudad se recibió un cargamento de armas procedente de Zaragoza que sirvió para armar a una centuria de Falange y a cuatro grupos de Acción Ciudadana, que salieron hacia el Puerto Escandón y otros puntos próximos a Teruel. Una compañía mixta de la GC, guardias de Asalto y voluntarios patrulló por las zonas más escarpadas en los alrededores de la ciudad, por donde maniobraban partidas de huidos.
En Albalate del Arzobispo y en las zonas mineras no pudieron implantar la ley marcial por la oposición de las organizaciones obreras; lo contrario sucedió en otras poblaciones como en Cretas, donde en un primer momento la derecha se hizo dueña de la situación, aunque pocos días después la proximidad de las columnas catalanas les hizo huir y marchar a Valderrobres[23].
Los dos focos rebeldes más importantes de la provincia de Teruel fueron los pueblos mineros de Libros y Utrillas. Una expedición de guardias y voluntarios salió el día 22 de julio contra Utrillas, en el partido de Montalbán, a 67 km de Teruel, los mineros estaban esperándoles muy bien preparados para la resistencia con armamento y trincheras; los insurgentes fracasaron en su intento. El día 23 de julio se produjo en Teruel la aparición del primer avión enemigo y el primer bombardeo, lanzó seis bombas sobre la ciudad; al día siguiente y en jornadas sucesivas se repitió la visita. El día 24 de julio salieron de Teruel dos camiones con guardias civiles, de Asalto y voluntarios para atacar la población de Libros, importante centro minero, situado a 26 km al sur de la capital; a su llegada huyeron buena parte de los mineros y con relativa facilidad ocuparon la población y la Industrial Química de azufre. El mismo día los insurgentes atacaron de nuevo la población de Utrillas, también con fracaso. El éxito envalentonó a los mineros que extendieron su acción por la comarca.
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