LA COLUMNA DURRUTI-PP.REZ FARRAS. Dos
horas antes de partir hacia el frente de Aragón al mando de su columna, Durruti concede una
apresurada entrevista a Pierre
van Pasen, corresponsal del Toronto Star.
-De hecho,
estamos dispuestos a acabar con
el fascismo, de
una vez por todas -afirma entonces y añade-: Aun a pesar
del Gobierno de la República.
Cuando
Von Passen le
pregunta si el Gobierno
de la República no lucha también contra
el mismo enemigo, Durruti
replica:
-No hay Gobierno en el mundo que realmente combata
al fascismo para destruirlo.
Cuando la burguesía
ve que el poder se
le escapa de las
manos, recurre al fascismo
para mantener sus privilegios.
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El comandante Enrique Pérez i Farràs y Durruti saliendo de Barcelona dirigiendo las primeras columnas que salieron hacia el frente de Aragón el 24 de julio de 1936 |
La columna
sale en buen orden
de Barcelona la
mañana del 23 de julio. Consta
de 2.000 hombres
y otros 1.000, que se
le sumarán en el f rente.
Detrás de la agrupación de vanguardia, desfilan
tres baterías de camiones, al
mando del comandante
Fernando Claudín. El coronel artillero
Enric Pérez Farras,
asesor de estos quintos
licenciados, mineros de Fígols,
y obreros metalúrgicos, viaja en
coche y en
compañía de Durruti. No
tardarán en chocar estos dos
temperamentos obcecados y
apasionados. Dos semanas después,
cuando apenas empezara a instruir las improvisadas tropas, Pérez Farras rompe con Durruti y regresa a Barcelona. Queda entonces de asesor
militar el sargento artillero
y an tiguo seleccionado
olímpico de tiro
a pistola, Juan
Manzana. Es anar quista convencido y amigo personal
de Durruti.
La columna pasa por Lérida y Fraga. En los
primeros bombardeos enemigos, los
milicianos se desconciertan y
es gravemente herido
el comandante Claudín. Llegan al
Ebro y toman Pina
y Osera, tras duros
combates. Durruti establece
su puesto de
mando en Bujaraloz.
Allí le llevan detenido a Jesús
Arnal, cura párroco huido
de un pueblo
de la provincia de Huesca.
Inmediatamente, Durruti le
convierte en su secretario, para
protegerlo.
-si te marchas, alguno de esos grupos incontrolados te matará, pues no
siempre tendrás la misma
suerte; si te
quedas, yo respondo de
tu seguridad, porque estarás
bajo mi absoluta protección -le
dice.
Poco
después, los anarquistas capturan a
un muchacho falangista de quince
años, cargado de escapularios. Durruti
habla personalmente con él
durante horas enteras,
tratando de convertirlo al
comunismo libertario. El
adolescente se niega a
claudicar y Durruti permite
que lo fusilen.
Las enfermedades
venéreas se extienden entre
los milicianos. Durruti ordena
al Cuerpo de Tren de su columna que detenga a las prostitutas incorporadas a
la tropa, así como a los homosexuales,
y los devuelva a Barcelona en vagones
de ganado desde Sariñena.
Sin embargo, para entonces, el contagio es tan grande
que la columna establece un hospital
venéreo junto al de sangre en Bujaraloz. Éste es muy deficiente y falto de recursos. Cuando la
escritora francesa Simone Weil pasa por allí, con serias quemaduras en un pie, cuida de ella un azorado barbero.
Entretanto, muchas de las
mujeres llevadas a
Barcelona están ya
de vuelta en el frente, ejerciendo
su oficio en otras
columnas. Una leyenda
aún hoy creída y muy divulgada, atribuye a
Durruti la responsabilidad de haberlas
ametrallado a todas, en unión de los invertidos.
Junto con
los fotógrafos soviéticos Boris
Makaseyev y Roman Karmen, Ilya
Ehrenburg visita el puesto de
mando de Durruti. Éste les in vita a almorzar,
y Ehrenburg le acusa irónicamente
de arrogarse indebidos privilegios.
Mientras los restantes comensales beben
vino, Durruti toma agua mineral.
Para asombro de
Ehrenburg, Durruti se
enfurece y manda a gritos que le traigan agua
del pozo. Luego se disculpa
ante los extranjeros; una dolencia
intestinal le impide beber
vino; por eso los milicianos le proporcionan agua envasada. Jura muy serio que nunca más volverá a
suceder. Come en silencio y de
pronto murmura:
-Es difícil
cambiarlo todo de
pronto. Una cosa son
los principios y otra la vida.
Poco antes,
plagiando sin saber palabras de un condottiero florentino, había afirmado: «Ésta
no es la hora de morir, sino de
vivir. Nuestra lucha no se hace solamente
disparando tiros.»
Al anochecer,
acompaña a Ehrenburg hasta cerca
de la línea de fue go. Sonriendo,
le pregunta si
no quisiera conocer
el destino de
unos camiones recién llegados.
Ehrenburg replica que prefiere ignorar
secretos militares. «Éste
es un secreto
a voces. Mañana vamos a
cruzar el Ebro», le interrumpe
Durruti. Pocos días antes una
avanzadilla había atravesado el río, para
enterrar unos cadáveres
enemigos y hacerse con los melones de unas huertas. En la patrulla, junto con otros extranjeros, figuraba Simone Weil. Se había
obstinado en incorporarse a aquel grupo, aunque era muy miope y ni siquiera
sabía manejar el fusil. Su tenacidad
hizo exclamar a un faísta: «¡Liorenos Dios de las mujeres tímidas!»
El 19 de agosto, a las dos y media de la madrugada las fuerzas
de Durruti emprenden el
paso del Ebro.
Sus primeros prisioneros son todos
los miembros de una familia
campesina. El padre, un hijo ya
mozo, uno de dieciséis
años, otro de
ocho, la madre y tres hijas
niñas. Todos se sienten aterrados y
vejados. Saben que en aquel frente no
suele hacerse prisioneros; pero
responden de mala gana al saludo
con el puño cerrado del Frente Popular. Los llevan a Pina, cuando empiezan los bombardeos enemigos. Los
milicianos sorprenden y capturan
también a una fuerza de Caballería en Quinto:
un capitán, dos tenientes y
varios soldados. Pocos
días después, Durruti
recibe órdenes de estabilizar la columna,
hasta que los
hombres de Antonio Ortiz
lleguen a Quinto
y a Belchite por
el sur del
Ebro. Muy a pesar
suyo, tiene que
obedecerlas.
«Renunciaremos a
todo, menos a
la victoria», empieza a
reiterar por aquel entonces.
LA COLUMNA
ORTIZ. Al mando del
carpintero cenetista Antonio
Ortiz, asesorado por el
teniente coronel Fernando
Salavera, la columna sale
de Barcelona el 24 de
julio. Suma también 2.000
hombres, muchos de
ellos antiguos soldados
del Regimiento núm. 34, y
tres piezas de artillería.
Su primera acción es el ataque a Caspe, previamente
bom bardeada por la Aviación
y defendida por una compañía de
la Guardia Civil y 200
falangistas voluntarios. Al primer
embate los milicianos incendian
la fábrica de harina y entre la humareda casi alcanzan el centro de la
ciudad. La defensa corre a cargo del comandante retirado del Instituto Guíu Giral,
aunque el mando efectivo lo
ostentan hombres más capaces: el
capitán José Negrete y el
teniente Francisco Castro, también
de la Guardia Civil. Muertos Negrete y Castro,
Guíu Giral aparece gritando entre los defensores:
«¡No temáis! ¡Aquí tenéis otro
padre! ¡Viva España! ¡Viva la
Virgen del Pilar!»
A la segunda acometida de la columna, faltos de
municiones sus defensores,
Caspe capitula.
Ortiz pierde
200 hombres en el asalto a Caspe;
pero a poco toma Alcañiz
y continúa su avance. Captura Azaila, La Zaida y Sástago, camino de Belchite. Entre el 16 y el 19 de
agosto, unos pocos
aviones republicanos bombardean esta plaza,
que la columna no logra
ocupar. Temporalmente establece la línea del
frente entre Híjar y Escatrón. A finales de agosto,
entran en combate otras
dos columnas, de efectivos mucho más reducidos que la Ortiz
y la Durruti. La dirigida por
el cenetista aragonés
Carod y el teniente de la Guardia Civil Ferrer toma Fuendetodos, la tierra de Goya, el 22 de setiembre. La Hilarlo-Zamora, a las
órdenes del sindicalista Hilarlo, asesorado por el capitán Zamora, se integra con las fuerzas de
Ortiz, después de sufrir grandes pérdidas, en combates sostenidos frente a Sástago y Azaila.
Reducido el
alzamiento en Tarragona, parte de allí otra
columna al mando del antiguo comandante militar de la
plaza, coronel Martínez Peflalver. La
componen 600 soldados
voluntarios y previamente licen ciados por
la República. A diferencia
de las
otras formaciones, cuenta con
un buen número de
militares profesionales entre sus
jefes. Ocupa Muniesa, después de
duros combates sostenidos en
Calaceite con sol dados
y guardias civiles procedentes de Zaragoza.
Establece contacto con la columna
Ortiz, que ha
retrocedido hasta Muniesa después de abandonar la línea
Híjar-Escatrón. Se repite
entonces la historia de las disidencias
entre Durruti y Pérez Farras, aquella
que Manuel Azaña lla mará la tragedia del militar republicano en la
guerra civil, cuando Ortiz impone a la
fuerza su autoridad a la columna
tarraconense. Enfurecido, Martínez
Peñalver renuncia y regresa a
Barcelona.
EL CERCO
DE HUESCA. Después
de Zaragoza, «la perla
del anarquismo», Huesca
será la ciudad
donde converjan las esperanzas
de Catalunya en guerra. No obstante, aunque Huesca quede casi
por completo cercado y
las fuerzas de Durruti lleguen a
los arrabales de
Zaragoza, ninguna de las dos plazas
será nunca conquistada.
El PSUC
organiza su propia columna, la «Carlos
Marx», que pronto tomará el nombre de su primer jefe,
Luis del Barrio Navarro. Del Barrio, antiguo sargento de
Artillería con evidentes
dotes de mando,
impone una disciplina a sus
voluntarios desconocida en
las unidades anarquistas.
Establece su Cuartel General en
Grañén, para dominar la región
comprendida entre Tardienta y la sierra de Alcubierre. El objetivo final
de la columna es
poner sitio a
Huesca por el
Sur, una vez
capturada Zuera. En agosto
fracasan los intentos de Del Barrio sobre Santa Quite ría y Perdiguera. No obstante, captura Tardienta,
y allí confisca un
pequeño tesoro en
joyas, que fuera de
los ricos del
lugar antes de
ser exterminados. Lo envía a
Barcelona con una escolta
para ponerlo a dis posición de
las autoridades. En un
cruce, el coche
es detenido por un retén
del POUM, que fusila a los
custodios de las alhajas, como si fuesen vulgares ladrones, sin reparar en documentos ni
hacer caso de protestas.
Luego,
devuelve los cadáveres a
Tardienta. A finales de setiembre y en un osado golpe
de mano, Del Barrio consigue parte de
sus objetivos finales
al tomar el puente de Zuera.
Una columna del POUM, al mando de Josep Rovira,
con Jordi Arquerdo comisario y
e' capitán italiano Russo de asesor militar, se sitúa
en el norte de las fuerzas de Del Barrio y fija su
puesto de mando en Leci fl
na. El
poeta comunista inglés
John Cornford, un nieto
de Darwin, quien morirá luchando en el frente de Córdoba, se alista extrañamente en aquella
unidad de supuestos trotskistas.
El 28 de agosto,
participan en la toma
de Perdiguera cercada;
pero cuando Cornford cree dispuestos
a los milicianos para un
ataque definitivo sobre Zaragoza,
reciben órdenes de trasladarse
al frente de Huesca. Otra columna del
POUM la Oltra-Picó-Balada,
se establece al sudeste de
Huesca. Llega hasta eÍ
manicomio de la ciudad y consigue otras posiciones avanzadísimas en la carretera de Huesca
a Barcelona. El 31 de agosto, incorporada a las fuerzas del coronel Villalba y apoyada por los milicianos llegados de Le ciñena y Perdiguera, entra en el
pueblo de
Tierz y deja allí
su puesto de mando, a
cinco kilómetros de Zaragoza.
Trece días después, Cornford, enfermo, es evac ado.
Escribe entonces el más
conocidos de sus poemas
Full Moon at Tterz,
«Luna llena en
Tierz». En el
último puesto ante Huesca, en
la última valla para nuestro orgullo,
1 piensa, amor mío, que yo esta noche
1 te siento a mi lado.
También al sudeste de Huesca, y casi cerrando el cerco de la ciudad en aquel sector, operan dos columnas anarquistas. Las llamadas «Aguiluchos» y «Roja
y Negra», al
mando circunstancial de García
Oliver. Éste se ve
obligado a regresar pronto a
Barcelona, y los 2.000 milicianos de estas unidades quedan incorporados a las órdenes del coronel Villalba.
El comandante Albaldetreco
ejerce funciones de asesor militar en
la zona, entre
ruidosas discrepancias con
los anarquistas, quienes no
aprenden a aprovechar el terreno ni a dirigir el
tiro, aunque su arrojo y espíritu de sacrificio sean grandes y bien probados.
En el
pueblo de Sangarrén, y para celebrar la
llegada de García
Oliver, le ofrecen un
banquete, que se prolonga toda una
noche. García Oliver,
quien dista del ascetismo de Durruti,
acepta complacido. Al alba fusilan a
un miliciano, Gervasi Pous,
acusado de espionaje a favor
del enemigo. Las únicas
supuestas pruebas contra él son haber
sido seminarista y llevar una
medalla de la Virgen
de Montserrat. Pese a
su inexperiencia, aquellas
milicias resultan efectivas. Se apoderan del castillo de San Juan
y del cementerio de Huesca. El
30 de agosto, cortan la vía férrea.,la guarnición semisitiada tiene que
construir a toda prisa
una pista militar entre-
Aterre y Lupiñén. Los anarquistas
fortifican una ex tensa zona,
desde la carretera de Sariñena
hasta los castillos de Torres Secas, y allí se atrincheran.
En vísperas
de la sublevación, el coronel
José Eduardo Villalba, con cuartel
general en Barbastro y al mando de
media Brigada de Montaña, era uno
de los más
fervientes conjurados si
bien desde primeros de junio temíase Mola que
«jugara a dos paños».
Villalba permanece fiel a la
República y sale de Barbastro hacia Huesca, al
frente de una columna de
3.000 hombres. El 3 de agosto, toma por
asalto el pueblo de Siétamo, en la carretera de Huesca, defendido por cien
guardias civiles, mandados
por el
teniente Manuel Lahoz, y
auxiliados por una unidad llegada de Huesca
y a las órdenes del comandante José
Luis de la Vega. El 12 de
agosto, el general De Benito recobra
la plaza, y Villalba retro cede hasta las afueras de la ciudad.
El 31 de agosto, ataca de nuevo, ocu
pa el cementerio y dinamita los arrabales. Los sitiados se defienden encarnizadamente, casa por
casa y hasta el último reducto, que es
el palacio del conde de Aranda.
El 12 de setiembre, un mes después del triunfo de De Benito, huyen a las fortificaciones de Estrecho
Quinto, a seis kilómetros de Huesca
y al amparo del río Flumen.
El 15 de setiembre, Villalba inicia su
ataque contra aquellas
defensas. Quince días• después, cae Loporzano, donde en
julio fracasaron los milicianos
salidos de Barbastro con la columna. Cae también Fornillos, al Sur, y prosigue el avance hacia
Estrecho Quinto. Los franquistas
se ven forzados a evacuar aquella
red de fortificaciones,
que protegían a Huesca
por el Este. Villalba
captura numerosos prisioneros, ametralla doras, piezas de artillería, dos cañones
antiaéreos y varios camiones. El camino
de Huesca se halla
expedito; pero la ciudad,
asediada y tenaz. mente defendida,
no caerá jamás.
LA COLUMNA
PIRENAICA Y LA
MACIA-COMPANYS. En el Alto Aragón,
desde la frontera hasta el sur
del río Guarga, opera con
brillantez una columna
de 2.000 hombres,
con dos baterías
de montaña, mandada por
el comandante Mariano
Bueno, con Julián
Borderas como comisario político. Bueno y Borderas
han huido de
Jaca, junto con otras
personalidades republicanas.
Por razones humanitarias un guardia
civil sublevado les lleva
hasta la frontera francesa y regre'sa a Jaca, donde
es fusilado inmediatamente.
Desde Pau pasan a
Puigcerdá y a Barcelona; pero
allí la CNT y la UGT se niegan a facilitarles
armas, aunque Borderas es diputado socialista. La
Guardia de Asalto les pro porciona una ametralladora y los primeros fusiles.
La mayoría de sus milicianos son
universitarios barceloneses y
naturales de aquella región
pirenaica. Camino del frente, pasan
por Barbastro, donde el
coronel Vi llalba tiene
por único plano
una guía Michelin. Borderas recuerda
la plaza de Angüés, claveteada con
un alfiler negro
porque allí resisten unos guardias civiles rebeldes.
Por orden
personal de Companys, Sandino y Guarner
organizan una columna con
afiliados a los partidos
catalanistas burgueses, pese a
la airada oposición de los anarquistas en el Comite de Müícies.
El propio Companys ofrece el mando a Jesús
Pérez Salas, posiblemente
por recomendación de Vicente Guamer. Pérez Salas, un teniente
coronel alicantino, ha sido en
otros tiempos jefe de los Servicios de Seguridad de la Generalitat. Acepta
el encargo de Companys, después de largas vacilaciones, por haberse
prometido no mandar más tropas
que las militari zadas. Exige y consigue autoridad militar sin cortapisas, hl frente de la
columna. Un delegado civil, el antiguo alcalde de
la Seu d'Urgell, Canturri, se encarga de las funciones administrativas. Al
frente de cada 300 milicianos hay
capitán del Ejército, y antiguas clases de
tropa se responsabilizan de las
unidades inferiores.
Pércz Salas reúne 1.300 hombres, que en Aragón
pasarán de 2.000, con varios fusiles ametralladores y dos baterías
de montaña. Cuando la columna
sale de Barcelona, a primeros de
agosto, la escasez de municiones es tan
grande que el Comite de
Milícies sólo puede proporcionarles diez cajas de
cartuchos. Aunque su
disciplina es muy
superior a la
de las columnas confederadas y marxistas, su
actuación no resulta
brillante. Desde Alcañiz avanza
hacia Montalbán, para
proteger las minas
de carbón de Utrillas.
Un ataque que realiza
sobre Fuenferrada es det nido por fuerzas zaragozanas
a finales de octubre. Fracasado
el intento, el frente se estabiliza
entre las sierras de Cucalón y Palomera.
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