El 19 de julio de 1936 en Aragón

Llegada de una columna confederal en un pueblo de Aragon
foto copiada archivo CNT

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Miguel CHUECA
Zaragoza. Sobre las cuatro de la madrugada, fuerzas militares rompen el silencio de la capital. En la ciudad flotaba un ambiente general de inquietud y zozobra. ¿Qué pasa?, se preguntaban los transeúntes, poniendo en su pregunta un deje de extrañeza… «Es que Cabanellas ha sacado la tropa para defender la República, amenazada por los fascistas»… Radio Aragón repetía con machacona insistencia: «No vamos contra la República; iViva España! ¡Viva la República!…


Huelga General Revolucionaria

La resistencia pasiva que demostrábamos había que convertirla en resistencia activa. Y surgió cual reguero de pólvora una octavilla firmada por la CNT y la UGT en la que se ordenaba la huelga general revolucionaria. Cafés, espectáculos, tráfico, todo quedó paralizado. La tragedia no tardó en producirse. Grupos de jóvenes libertarios y militantes de la CNT acudieron a la calle Boggiero, San Pablo y las Armas para dar cumplida respuesta. Aunque ya era anochecido, la concentración fue descubierta y con ánimo de sofocarla acudieron allí guardias y falangistas. En la lucha cayeron algunos guardias y con sus propias armas se entabló un verdadero combate. Los nuestros continuaron resistiendo mientras quedó un cartucho en su poder. Únicamente cuando la munición se acabó, los cuadros confederales abandonaron la lucha. Luego de ocurrir estos sucesos, todo el mundo pensaba en lo que pudiera haber ocurrido en el resto de España, ya que únicamente nos quedaba a los obreros de Zaragoza la esperanza de poder ser liberados por nuestros hermanos de Cataluña, Levante o Madrid, lugares donde el fascismo había sido derrotado, según noticias que con gran riesgo, escuchábamos por la radio.

Cómo se preparó la traición

Más que en la fuerza bruta, los militares confiaron en la habilidad de un plan tramado arteramente en la sombra y cuya ejecución habíasele encargado al traidor Miguel Cabanellas. Este sujeto venía maquinando el golpe desde el 17 de febrero, día en que se declaró el Estado de guerra con el burdo pretexto de exterminar, según confesión propia, cualquier intentona fascista. En aquella ocasión los trabajadores zaragozanos, alentados por nuestra organización, plantearon un paro magnífico, que tuvo la virtud de hacer retroceder a Cabanellas.


Solidaridad Obrera 18 febrero 1936



El Estado de guerra fue levantado fulminantemente ante nuestra conminación, pero los soldados quedaron custodiando los conventos y varios lugares estratégicos de la capital. Por otro lado, el gobernador civil se dejaba querer por los banqueros. La fuerza pública y, más propiamente dicho, el comisario de policía, estaba entregado de lleno a Baselga y compañía, conocidos jesuitas y directores de la banca zaragozana. Esa circunstancia, ese criminal compadrazgo, hizo posible que en la madrugada del 19 de julio, se lanzaran los policías y guardias a cachear, desarmar y detener a todo el que transitaba por la calle, excepto a los señoritos de Falange.
Cuando los trabajadores, obedeciendo a una indicación de nuestros comités, nos retiramos a las barriadas obreras, en espera de recibir las armas prometidas, ningún militar había hecho todavía irrupción en las calles. No tardó en saberse que las armas que el gobernador no quiso entregar habían caído en poder del fascismo. Y fue entonces cuando el enemigo observó nuestra impotencia, cuando los militares se decidieron a tomar por asalto la capital. De una manera parecida sucumbieron Huesca y Teruel.

Nosotros fuimos…

Hemos de reconocer que fuimos muy ingenuos. Perdimos demasiado tiempo celebrando entrevistas con el gobernador civil. No se nos ocurrió pensar que Vera Coronel, antes que gobernante republicano era fabricante de zapatos y que entre armarnos a los hombres de la CNT y dejar paso al fascismo, lógicamente había de optar por lo último.
¿Pudimos haber hecho más de lo que hicimos? Es posible. Fiamos excesivamente en las promesas del gobernador. No quisimos prever que frente a una acción violenta como la que podía desencadenar el fascismo, hacía falta algo más contundente que 30.000 obreros organizados en los sindicatos cenetistas.

Publicado en Polémica, n.º 22-25, julio 1986

Quince horas dramáticas en Zaragoza

5ª División Orgánica: Bandos


(Declaración del Estado de Guerra)

D. Miguel Cabanellas Ferrer, General de la 5ª División Orgánica y Comandante de la Plaza de Zaragoza:

Ordeno y mando:


Art. 1º

/.../

(Apartado D): Serán sometidos a mi previa censura, antes de circular, dos ejemplares de todo impreso destinado a la publicidad y acordaré, desde luego, la suspensión cuando se excite, propague o auxilie la comisión de cualquier delito. A los efectos de lo prevenido anteriormente se someterán a mi Autoridad, hasta una hora antes de su publicación, todos los periódicos e impresos, y los que circularen sin este requisito serán recogidos y castigado su autor o editor o Empresa con multa hasta diez mil pesetas. La reincidencia será causa de suspensión.

Dado el 18 de Julio de 1936.

BOP de Zaragoza, de 21 de Julio de 1936.

[En este mismo Boletín, se publicará con fecha de 30 de julio, otro bando que reitera las mismas disposiciones, y que en su art.: 1º, apartado E), dice: “Quedan sujetos a mi previa censura todos los impresos destinados a publicidad. A estos efectos se presentarán a mi Autoridad, hasta una hora antes de su publicación”. (Bando de D. Gregorio Benito Terraza, General Jefe accidental de la 5ª División).]


HERALDO.|   

En 1936, Zaragoza era una de las ciudades clave para el éxito de la sublevación militar contra el Gobierno de la República. Entre las dos de la tarde del 18 de julio y las cinco de la madrugada del 19, la ciudad vivió un drama. Así contó HERALDO el triunfo de la sublevación.









 Los cañones salieron a la calle en las primeras horas del 18 de julio.. MARíN CHIVITE
El aspecto de la ciudad, a las dos de la tarde del sábado (18 de julio), era el de un día de huelga general, que en otras ocasiones ha conocido Zaragoza. Los retenes de guardias de Asalto en los centros oficiales, especialmente en el Gobierno Civil y en la Diputación Provincial, eran más numerosos, y camiones de esta fuerza recorrían incesantemente las calles de la ciudad.

Poco después llegaba a Zaragoza y aterrizaba en el aeródromo Palomar un aeroplano en el que viajaba el general Núñez de Prado, quien, en un automóvil de la Comisaría de Vigilancia, se trasladó directamente al Gobierno Civil, acompañado de dos ayudantes y un secretario.

Una vez en el Gobierno Civil, conferenció extensamente con el señor Vera. Desde el Gobierno se trasladó el director general de Aeronáutica a la División para entrevistarse con el general Cabanellas.

Los informadores pudieron enterarse en el Gobierno de que el general Núñez de Prado había sido nombrado inspector de la 5ª División y que el objeto de su viaje era destituir al general Cabanellas, cumpliendo órdenes del ministro de la Guerra.

Esta medida tendía a evitar que las fuerzas de la guarnición secundaran el movimiento iniciado por las tropas de Marruecos, mandadas por el general Franco. Según pudimos saber, el general Cabanellas y los jefes de los regimientos se negaron a escuchar los requerimientos del general Núñez de Prado, al que prohibieron que abandonara el edificio. El general quedó instalado en una dependencia en calidad de detenido. En aquellos momentos se registraron en Capitanía escenas de intensa emoción.

Los regimientos, sublevados

A partir de las primeras horas de la noche, comenzaron a llegar al Gobierno Civil los dirigentes de los partidos políticos y organizaciones obreras del Frente Popular, y durante varias horas no cesó el desfile de nutridas comisiones y representaciones.

Por las calles patrullaban las juventudes republicanas y socialistas, que también prestaban servicio de vigilancia en las inmediaciones de los cuarteles y en otros lugares. Estas maniobras provocaron gran inquietud entre los zaragozanos, por suponer que tenían relación con el movimiento militar iniciado por las fuerzas de Marruecos.

A las ocho de la noche se supo oficialmente que la guarnición de Sevilla, al mando del general Queipo de Llano, había secundado el movimiento, logrando apoderarse de aquella ciudad y dominar fácilmente la situación. Esta noticia vino a aumentar la inquietud y alarma que dominaba a los dirigentes de los partidos y organizaciones obreras del Frente Popular.

A las nueve de la noche se conocía ya que los regimientos de esta guarnición estaban dispuestos a secundar el movimiento de una manera decidida y terminante y se aseguraba que aunque no habían abandonado los cuarteles, de hecho estaban ya sublevados.

A las doce de la noche tuvimos noticias de que a los cuarteles acudían numerosos jóvenes de las organizaciones derechistas acordes con el carácter que se daba al movimiento.

Según nuestras referencias, en varios cuarteles había concentrados más de ochocientos jóvenes, a los cuales les fueron facilitadas armas. Muchos fueron también uniformados. Esto hizo suponer que las fuerzas tenían el propósito de ocupar la ciudad en las primeras horas de la madrugada.

Dos horas antes, el Gobierno civil presentaba un aspecto de animación extraordinario. Todas las dependencias estaban ocupadas por afiliados a los partidos y organizaciones proletarias del Frente Popular. La impresión que dominaba a todos era que en las primeras horas de la madrugada del domingo saldrían a la calle las fuerzas del Ejército para ocupar la ciudad y que inmediatamente sería declarado el Estado de Guerra. Se aseguraba que las milicias republicanas y socialistas intentarían dominar el movimiento. Con este fin se dijo que iban a ser repartidas armas y municiones.

A las doce y media de la noche se presentó en el Gobierno Civil el comité de la Confederación Nacional del Trabajo y se entrevistó inmediatamente con el señor Vera. Parece ser que estos dirigentes dieron cuenta al gobernador de que estaban dispuestos a prestar su colaboración y solicitaron armas y municiones.

En los centros republicanos de izquierdas, en la Unión General de Trabajadores y en los Sindicatos estuvieron concentradas las juventudes durante toda la noche del sábado, esperando instrucciones. Los dirigentes de los partidos políticos y de las organizaciones obreras del Frente Popular abandonaron el Gobierno civil a las dos de la madrugada y el gobernador quedó sólo en su despacho. En este momento se presentaron en el Gobierno el comandante de la Guardia Civil, señor Lasierra, y dos capitanes, los cuales se entrevistaron con el señor Vera, al que dieron cuenta de que el general Cabanellas iba a declarar el Estado de Guerra y que ellos tenían la orden de incautarse de este centro y de proceder a su detención.

El comandante Lasierra, los dos capitanes, el señor Vera Coronel y su secretario particular, señor Alarcón, se trasladaron seguidamente a Capitanía General. El gobernador y su secretario quedaron en una de las salas en calidad de detenidos. El comandante Lasierra regresó al Gobierno y tomó posesión de este centro, disponiendo que todos los funcionarios acudieran inmediatamente.

A los pocos momentos se presentaron el comandante de las fuerzas de Seguridad y Asalto, señor Marzo, y el comisario jefe de Vigilancia, don Eduardo Roldán, los cuales se pusieron a la disposición del nuevo gobernador.

El comandante Lasierra ordenó que salieran inmediatamente las fuerzas de Asalto y realizaran intensos cacheos, deteniendo a todas aquellas personas que les fueran ocupadas armas y municiones. En este momento circulaban por el Paseo y la calle del Coso nutridos grupos, que después de ser cacheados, fueron disueltos por los guardias. No fue ocupada ni una sola arma.

La Ley Marcial, en vigor

A las tres y media de la madrugada del domingo visitaron los periodistas al comandante Lasierra, quien les dijo que, cumpliendo órdenes del general de la División, se había incautado del Gobierno Civil. El comandante Lasierra se negó a hacer otras manifestaciones, diciendo que el que había de hacerlas era el general de la División. Desde el Gobierno Civil se trasladaron los periodistas a Capitanía General, donde fueron recibidos por don Miguel Cabanellas.

-Como ustedes ven -nos dijo- hemos secundado el movimiento patriótico iniciado por las tropas de Marruecos. Se trata de un movimiento netamente republicano para salvar a España de la anarquía y el deshonor. Un hombre que tiene una historia de demócrata y republicano como yo, no podía sumarse a un Movimiento que tuviera otras características.

El general Cabanellas terminó diciendo a los informadores que a las cinco de la mañana saldría una compañía del regimiento de Infantería número 22, para proclamar la Ley Marcial. Como decimos, a las cinco de la mañana salió de la División una compañía del Regimiento de Infantería número 22, con banda de tambores y cornetas, al mando de un capitán. La compañía desfiló por la calle del Conde de Aranda, el Coso y en la plaza de la Constitución fue leído con gran solemnidad el bando que proclamaba la Ley Marcial. Los guardias de Asalto que prestaban servicio en la Diputación Provincial permanecieron formados durante la lectura del bando del general Cabanellas.


(Extracto de la crónica publicada el 23 de julio de 1936, primer día en que se distribuyó HERALDO tras la sublevación)
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Fugados de Zaragoza en Sariñena. Foto copiada archivo de CNT

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Las primeras columnas en el frente de Aragon





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LA COLUMNA  DURRUTI-PP.REZ FARRAS.   Dos horas  antes  de par­tir hacia el frente  de Aragón al mando  de su columna, Durruti  concede una  apresurada entrevista  a  Pierre  van Pasen, corresponsal del Toronto Star.
-De hecho,  estamos  dispuestos  a  acabar  con  el  fascismo,  de  una vez por  todas  -afirma entonces  y añade-: Aun a  pesar  del  Gobierno de la República.

Cuando  Von  Passen  le  pregunta  si  el Gobierno  de la  República  no lucha también  contra  el mismo enemigo, Durruti  replica:

-No hay Gobierno en el mundo  que realmente  combata  al fascismo para  destruirlo. Cuando  la  burguesía  ve que  el poder  se  le  escapa  de las  manos,  recurre  al fascismo  para  mantener sus  privilegios.


El comandante Enrique Pérez i Farràs y Durruti saliendo de Barcelona dirigiendo las  
primeras columnas que salieron hacia el frente de Aragón el 24 de julio de 1936

La columna  sale en  buen  orden  de  Barcelona  la  mañana  del  23 de julio.  Consta  de  2.000  hombres  y otros  1.000, que  se  le sumarán en  el f rente. Detrás  de la agrupación  de vanguardia,  desfilan  tres  baterías  de camiones,  al  mando  del comandante Fernando  Claudín. El coronel  artillero  Enric  Pérez  Farras,  asesor  de estos  quintos  licenciados,  mineros de  Fígols,  y  obreros   metalúrgicos, viaja  en  coche  y  en  compañía   de Durruti.   No  tardarán en  chocar  estos   dos  temperamentos  obcecados y apasionados. Dos semanas  después, cuando apenas  empezara  a instruir las improvisadas tropas,  Pérez Farras rompe con Durruti  y regresa a Barcelona. Queda entonces  de asesor  militar  el sargento  artillero  y an­ tiguo  seleccionado olímpico  de  tiro  a  pistola,  Juan  Manzana.  Es  anar­ quista  convencido y amigo  personal  de Durruti.
La columna pasa por Lérida y Fraga. En los primeros  bombardeos enemigos,  los  milicianos  se  desconciertan  y  es  gravemente   herido   el comandante Claudín. Llegan al  Ebro  y toman  Pina  y Osera, tras  duros combates.  Durruti  establece  su  puesto  de  mando  en  Bujaraloz.  Allí le llevan  detenido  a Jesús  Arnal, cura  párroco  huido  de  un  pueblo  de la provincia  de Huesca. Inmediatamente, Durruti  le convierte  en su secretario,  para  protegerlo.

-si te marchas, alguno de esos grupos  incontrolados te matará,  pues no  siempre  tendrás  la misma  suerte;  si  te  quedas,  yo respondo  de  tu seguridad,  porque  estarás  bajo mi absoluta  protección -le dice.
Poco  después,  los  anarquistas capturan  a  un  muchacho   falangista de  quince  años, cargado  de escapularios.  Durruti  habla  personalmente con él durante  horas  enteras,  tratando de convertirlo  al comunismo  libertario. El adolescente  se  niega a  claudicar  y Durruti  permite  que  lo fusilen.

Las enfermedades  venéreas se extienden  entre  los milicianos.  Durruti ordena al Cuerpo de Tren de su columna que detenga a las prostitutas incorporadas a la tropa,  así como a los homosexuales, y los devuelva a Barcelona   en  vagones  de  ganado  desde  Sariñena.  Sin  embargo,  para entonces, el contagio es tan grande que la columna establece  un hospital venéreo  junto  al de sangre en Bujaraloz.  Éste es muy deficiente  y falto de recursos. Cuando la escritora  francesa  Simone Weil pasa por allí, con serias  quemaduras en un pie, cuida  de ella un azorado  barbero.  Entretanto,  muchas  de las  mujeres  llevadas  a  Barcelona  están  ya  de vuelta en  el frente,  ejerciendo   su  oficio en  otras  columnas.  Una  leyenda  aún hoy creída  y muy  divulgada, atribuye  a  Durruti  la  responsabilidad  de haberlas  ametrallado a todas, en unión de los invertidos.

Junto  con los fotógrafos  soviéticos  Boris  Makaseyev y Roman  Karmen, Ilya Ehrenburg visita el puesto  de mando  de Durruti.  Éste les in­ vita a  almorzar,  y Ehrenburg le acusa  irónicamente de arrogarse indebidos  privilegios. Mientras  los restantes comensales  beben  vino, Durruti toma  agua  mineral.  Para  asombro  de  Ehrenburg,  Durruti   se  enfurece y manda  a gritos  que le traigan  agua  del pozo. Luego se disculpa  ante los extranjeros;  una  dolencia  intestinal   le impide  beber  vino;  por  eso los milicianos le proporcionan  agua envasada. Jura  muy serio que nunca más volverá a suceder.  Come en silencio y de pronto  murmura:

-Es difícil  cambiarlo  todo  de  pronto.  Una cosa  son  los  principios y otra  la vida.

Poco antes,  plagiando sin saber palabras de un condottiero  florentino, había afirmado:  «Ésta  no es la hora  de morir, sino de vivir. Nuestra lucha no se hace solamente  disparando tiros.»

Al anochecer,  acompaña  a Ehrenburg hasta  cerca  de la línea de fue­ go. Sonriendo,  le  pregunta  si  no  quisiera  conocer  el  destino  de  unos camiones  recién llegados. Ehrenburg replica  que prefiere  ignorar  secretos  militares.  «Éste  es  un  secreto  a  voces. Mañana  vamos a  cruzar  el Ebro», le interrumpe Durruti.  Pocos días antes una avanzadilla había atravesado el río, para  enterrar unos cadáveres  enemigos y hacerse con los melones de unas huertas.  En la patrulla,  junto con otros  extranjeros, figuraba Simone Weil. Se había obstinado en incorporarse a aquel grupo, aunque era muy miope y ni siquiera sabía manejar  el fusil. Su tenacidad hizo exclamar  a un faísta:  «¡Liorenos Dios de las mujeres  tímidas!»

El 19 de agosto, a las  dos y media de la madrugada las  fuerzas  de Durruti   emprenden   el  paso  del  Ebro.  Sus   primeros   prisioneros   son todos  los miembros de una familia  campesina. El padre, un hijo  ya mozo, uno  de  dieciséis  años,  otro  de  ocho,  la madre y tres  hijas  niñas.  Todos se  sienten aterrados  y  vejados. Saben   que  en  aquel   frente no  suele hacerse prisioneros; pero  responden de mala  gana  al saludo  con el puño cerrado del Frente Popular. Los llevan  a Pina, cuando  empiezan los bombardeos enemigos. Los milicianos sorprenden  y capturan también a una fuerza   de  Caballería en  Quinto:   un  capitán, dos  tenientes y  varios  soldados.  Pocos  días  después, Durruti recibe  órdenes de  estabilizar la  columna,  hasta   que  los  hombres de  Antonio  Ortiz  lleguen  a  Quinto   y  a Belchite  por  el  sur  del  Ebro.  Muy a  pesar  suyo,  tiene  que  obedecerlas.

«Renunciaremos a  todo,  menos  a  la  victoria», empieza   a  reiterar por aquel  entonces.



Bandera de la CNT FAI, Columna Ortiz, COPIA, 100 x 160 cm aprox. (Militar - Propaganda y Documentos)LA COLUMNA  ORTIZ.   Al mando  del  carpintero  cenetista Antonio Ortiz,  asesorado por  el  teniente coronel   Fernando Salavera, la  columna  sale  de  Barcelona el  24 de  julio. Suma   también 2.000 hombres,  muchos  de  ellos  antiguos soldados del  Regimiento núm.  34, y  tres  piezas de artillería. Su  primera acción  es el ataque a Caspe,  previamente  bom­ bardeada por  la  Aviación  y defendida por  una  compañía de  la  Guardia Civil y 200 falangistas voluntarios. Al primer  embate los  milicianos incendian la fábrica de harina y entre la humareda casi alcanzan el centro de la ciudad. La defensa  corre a cargo  del comandante retirado del  Instituto Guíu  Giral,  aunque el  mando efectivo  lo  ostentan hombres más capaces: el  capitán José   Negrete   y el  teniente Francisco Castro, también  de  la  Guardia Civil. Muertos Negrete  y Castro,  Guíu  Giral  aparece gritando entre los  defensores:  «¡No  temáis! ¡Aquí  tenéis otro  padre! ¡Viva  España! ¡Viva  la  Virgen  del  Pilar!»   A la  segunda acometida de la  columna, faltos  de  municiones sus  defensores, Caspe  capitula.
Ortiz  pierde  200 hombres en el asalto a Caspe;  pero a poco  toma  Alcañiz  y continúa su  avance.  Captura Azaila, La Zaida  y Sástago, camino de  Belchite. Entre el 16 y el  19 de  agosto,  unos  pocos  aviones  republicanos  bombardean esta  plaza,  que  la columna no  logra  ocupar. Temporalmente establece la línea  del  frente entre Híjar y Escatrón. A finales de  agosto,  entran en  combate otras dos  columnas, de  efectivos mucho más  reducidos que  la Ortiz  y la Durruti. La dirigida por  el cenetista aragonés  Carod  y el teniente de  la Guardia Civil Ferrer toma  Fuendetodos, la  tierra de Goya, el 22 de  setiembre. La Hilarlo-Zamora, a  las  órdenes del sindicalista Hilarlo, asesorado por  el capitán Zamora, se integra con las  fuerzas de  Ortiz,  después de  sufrir  grandes pérdidas, en  combates sostenidos frente a Sástago  y Azaila.
Reducido el  alzamiento en  Tarragona, parte  de  allí   otra   columna al mando del antiguo comandante militar de  la  plaza,  coronel Martínez Peflalver.  La  componen 600 soldados  voluntarios y  previamente  licen­ ciados  por  la  República. A diferencia de  las  otras formaciones, cuenta con  un  buen  número de  militares profesionales entre sus  jefes.  Ocupa Muniesa,   después de  duros combates sostenidos en  Calaceite   con  sol­ dados  y  guardias civiles  procedentes de  Zaragoza.  Establece contacto con  la  columna  Ortiz,  que  ha  retrocedido hasta  Muniesa   después de abandonar la  línea  Híjar-Escatrón. Se  repite entonces la historia de  las disidencias entre Durruti y Pérez  Farras, aquella que  Manuel  Azaña lla­ mará  la tragedia del militar republicano en la guerra civil, cuando Ortiz impone  a la fuerza  su autoridad a la columna tarraconense. Enfurecido, Martínez  Peñalver  renuncia y regresa a Barcelona.


EL  CERCO DE  HUESCA.   Después  de  Zaragoza, «la  perla  del  anarquismo»,  Huesca  será  la  ciudad  donde converjan las  esperanzas de  Catalunya  en guerra. No obstante, aunque Huesca  quede casi  por  completo cercado   y  las  fuerzas de  Durruti lleguen   a  los  arrabales  de  Zaragoza, ninguna  de las  dos plazas  será  nunca  conquistada.
El  PSUC organiza  su  propia columna, la  «Carlos  Marx»,  que  pronto tomará el nombre de su primer jefe, Luis del Barrio Navarro. Del Barrio, antiguo sargento  de  Artillería con  evidentes dotes   de  mando,   impone una  disciplina a  sus  voluntarios desconocida en  las  unidades anarquistas. Establece su Cuartel General  en Grañén, para  dominar la región comprendida entre Tardienta y la sierra de Alcubierre. El objetivo final
de  la  columna es  poner  sitio  a  Huesca   por  el  Sur,  una  vez  capturada Zuera.  En  agosto  fracasan los intentos de Del Barrio sobre Santa Quite­ ría  y Perdiguera. No obstante, captura Tardienta, y allí  confisca  un  pequeño  tesoro   en   joyas,  que  fuera de  los  ricos  del  lugar   antes   de  ser exterminados. Lo envía  a Barcelona con  una  escolta  para  ponerlo a dis­ posición  de  las  autoridades. En  un  cruce,  el  coche  es  detenido por  un retén  del POUM, que fusila  a los custodios de las alhajas, como si fuesen vulgares  ladrones, sin reparar en documentos ni hacer  caso  de protestas.
Luego,  devuelve  los cadáveres a Tardienta. A finales  de  setiembre y en un osado  golpe  de  mano,  Del Barrio consigue  parte de  sus  objetivos  finales  al tomar el puente de Zuera.
Una columna del POUM, al mando de Josep  Rovira,  con Jordi  Arquerdo comisario y e' capitán italiano Russo  de  asesor militar, se  sitúa  en el  norte  de las fuerzas de Del Barrio y fija  su  puesto de mando en  Leci­ fl na.  El  poeta   comunista  inglés   John   Cornford, un  nieto   de  Darwin, quien  morirá luchando en  el frente de  Córdoba, se alista  extrañamente en  aquella   unidad de  supuestos trotskistas. El  28 de  agosto,  participan en  la  toma  de  Perdiguera cercada; pero  cuando Cornford cree  dispuestos   a  los  milicianos para   un  ataque definitivo sobre Zaragoza,  reciben órdenes de  trasladarse al  frente de  Huesca. Otra  columna del  POUM la  Oltra-Picó-Balada, se  establece al  sudeste de  Huesca. Llega  hasta eÍ manicomio de la ciudad  y consigue  otras posiciones avanzadísimas en  la carretera de  Huesca  a Barcelona. El  31 de  agosto, incorporada a  las fuerzas del coronel Villalba  y apoyada por  los milicianos llegados de Le­ ciñena  y Perdiguera, entra en  el  pueblo   de  Tierz  y deja  allí  su  puesto de mando, a cinco  kilómetros de Zaragoza. Trece  días  después, Cornford, enfermo, es evac  ado.  Escribe entonces el más  conocidos de sus  poemas Full  Moon  at Tterz,  «Luna  llena  en  Tierz».  En  el  último puesto  ante Huesca, en la última valla  para nuestro orgullo, 1 piensa, amor  mío, que yo esta noche 1 te siento  a mi  lado.

También al sudeste de Huesca,  y casi  cerrando el cerco de la ciudad en  aquel sector, operan dos  columnas anarquistas. Las llamadas «Aguiluchos»  y  «Roja y  Negra»,  al  mando circunstancial  de  García   Oliver. Éste  se ve obligado  a regresar pronto a Barcelona, y los 2.000 milicianos de estas unidades quedan incorporados a las  órdenes del coronel  Villalba.  El  comandante Albaldetreco ejerce funciones de  asesor militar en la  zona,  entre  ruidosas discrepancias con  los  anarquistas, quienes no aprenden a  aprovechar el  terreno ni a  dirigir el  tiro,  aunque su  arrojo y espíritu de sacrificio sean  grandes y bien  probados.

En  el pueblo  de Sangarrén, y para  celebrar la  llegada  de  García  Oliver,  le  ofrecen un  banquete, que  se  prolonga toda   una  noche.  García Oliver, quien  dista del ascetismo de Durruti, acepta complacido. Al alba fusilan a  un  miliciano, Gervasi  Pous,  acusado de  espionaje a  favor  del enemigo.  Las únicas supuestas pruebas contra él son  haber sido  seminarista y llevar  una  medalla de  la  Virgen  de  Montserrat. Pese  a  su  inexperiencia, aquellas milicias resultan  efectivas. Se  apoderan del  castillo de San  Juan  y del  cementerio de Huesca. El 30 de  agosto,  cortan la vía férrea.,la  guarnición semisitiada tiene  que  construir a  toda  prisa  una pista  militar entre- Aterre  y Lupiñén. Los anarquistas fortifican una  ex­ tensa  zona,  desde  la carretera de Sariñena hasta los  castillos de  Torres Secas, y allí se atrincheran.

En  vísperas de la  sublevación, el coronel José  Eduardo Villalba, con cuartel general en  Barbastro y al mando de media  Brigada de Montaña, era  uno  de  los  más  fervientes conjurados si  bien  desde   primeros de junio  temíase Mola  que  «jugara a  dos  paños».  Villalba  permanece fiel a  la  República y sale  de  Barbastro hacia  Huesca, al  frente de  una  columna de  3.000 hombres. El  3 de  agosto, toma  por  asalto el  pueblo   de Siétamo, en  la carretera de  Huesca, defendido por  cien  guardias  civiles, mandados por  el  teniente Manuel  Lahoz,  y  auxiliados por  una  unidad llegada  de Huesca  y a las órdenes del comandante José  Luis  de la Vega. El 12 de agosto, el general De Benito  recobra la  plaza, y Villalba  retro­ cede hasta las afueras de la ciudad. El 31 de agosto,  ataca de nuevo, ocu­ pa el cementerio y dinamita los arrabales. Los sitiados se defienden  encarnizadamente, casa  por  casa  y hasta el  último reducto, que  es  el  palacio del conde de Aranda. El 12 de setiembre, un mes después del triunfo de De Benito,  huyen a las   fortificaciones  de Estrecho  Quinto,  a seis kilómetros  de Huesca  y al amparo  del río Flumen.
El 15 de setiembre,  Villalba inicia  su  ataque  contra  aquellas  defensas. Quince días• después, cae Loporzano, donde    en  julio fracasaron los milicianos  salidos de Barbastro con la columna. Cae también  Fornillos, al Sur,  y prosigue el avance  hacia  Estrecho  Quinto. Los franquistas se ven forzados  a evacuar  aquella  red  de fortificaciones, que  protegían  a Huesca  por  el Este. Villalba captura  numerosos  prisioneros,  ametralla­ doras,  piezas de artillería, dos cañones antiaéreos  y varios camiones.  El camino  de Huesca  se  halla  expedito;  pero la  ciudad,  asediada  y tenaz. mente  defendida,  no caerá  jamás.


LA COLUMNA  PIRENAICA Y  LA MACIA-COMPANYS.  En el Alto Aragón, desde  la  frontera hasta  el sur  del  río  Guarga, opera  con  brillantez  una  columna  de  2.000  hombres,  con  dos  baterías   de  montaña, mandada   por   el  comandante  Mariano   Bueno,  con   Julián   Borderas como  comisario   político. Bueno  y Borderas   han  huido  de  Jaca,  junto con  otras   personalidades  republicanas. Por  razones  humanitarias   un guardia  civil sublevado  les lleva hasta  la frontera francesa  y regre'sa a Jaca,  donde  es fusilado  inmediatamente. Desde Pau  pasan  a  Puigcerdá y a Barcelona;  pero allí la CNT y la UGT se niegan a facilitarles  armas, aunque  Borderas  es diputado socialista.  La  Guardia  de Asalto les  pro­ porciona  una ametralladora y los primeros fusiles. La mayoría de sus milicianos  son universitarios barceloneses  y naturales de aquella  región pirenaica.  Camino del frente,  pasan  por  Barbastro, donde el coronel  Vi­ llalba  tiene  por  único  plano  una  guía  Michelin. Borderas  recuerda   la plaza  de  Angüés, claveteada  con  un  alfiler  negro  porque  allí  resisten unos guardias  civiles rebeldes.
Por orden  personal  de Companys, Sandino  y Guarner  organizan  una columna  con  afiliados  a los  partidos  catalanistas burgueses,  pese a la airada  oposición  de los anarquistas en el Comite de Müícies. El propio Companys ofrece el mando a Jesús  Pérez Salas, posiblemente  por  recomendación  de Vicente Guamer. Pérez Salas, un  teniente  coronel  alicantino, ha sido en otros tiempos jefe de los Servicios de Seguridad de la Generalitat. Acepta el  encargo  de Companys, después  de largas vacilaciones, por  haberse  prometido no mandar  más  tropas  que las militari­ zadas. Exige y consigue autoridad militar  sin cortapisas, hl frente  de la
columna. Un delegado civil, el antiguo alcalde de la Seu d'Urgell, Canturri, se encarga de las funciones administrativas. Al frente  de cada 300 milicianos hay capitán  del Ejército, y antiguas  clases de  tropa  se responsabilizan de las unidades  inferiores.


Pércz Salas reúne 1.300 hombres, que en Aragón pasarán  de 2.000, con varios fusiles  ametralladores y dos  baterías  de montaña. Cuando la  columna sale de Barcelona, a primeros  de agosto, la escasez de municiones es tan  grande  que el Comite de Milícies sólo puede proporcionarles diez cajas  de  cartuchos. Aunque su  disciplina  es  muy  superior  a  la  de  las columnas  confederadas y marxistas,  su  actuación  no  resulta  brillante. Desde  Alcañiz  avanza  hacia  Montalbán,   para   proteger   las  minas  de carbón  de  Utrillas.  Un ataque  que  realiza  sobre  Fuenferrada es  det nido por fuerzas  zaragozanas  a finales  de octubre. Fracasado el intento, el frente  se estabiliza entre  las sierras  de Cucalón y Palomera.